viernes, 26 de febrero de 2010

Con una taza basta.


Hace poco leí una noticia muy triste. Hablaba de un náufrago que estuvo sobreviviendo en el Océano Atlántico durante dos semanas. Se sirvió de un flotador y un bidón vacío para flotar en medio de ese universo líquido. A los trece días un barco comercial le avistó y lo pudo subir a bordo. Lo triste de la noticia es cómo se desarrollaron los acontecimientos siguientes al rescate. Alfred Higgins, el náufrago, estaba deshidratado, quemado por el sol e inconsciente. Tardó un par de horas en despertar pero a los pocos segundos de hacerlo, alguien le ofreció una botella de agua. Alfred se la bebió con ansias. Después de terminarse el litro y medio de agua, volvió a caer inconsciente. Esta vez ya no despertó. Según la autopsia que se le realizó en el Hospital Sta. Mónica en México DF, murió, por así decirlo, de una sobredosis de agua.

Para lo que creo que nos puede servir la muerte de este viajante es, como no, para aprender. No sólo que no se debe engullir un litro de agua después de haber estado dos semanas sin, sino también una regla general que me parece que rige este universo: Los cambios duraderos son sutiles y progresivos. Lo violento dura menos.

Si nos llevamos esta regla al oscuro arte de la docencia vemos que sí. Efectivamente cumple la regla y por lo tanto los docentes pueden ser considerados pertenecientes a este universo. Pese a quien le pese. Así, cuando alguien es inexperto en alguna materia y se ve rodeado de eruditos en la misma, que discuten con tecnicismos y se rebaten indignados mediante un lenguaje híbrido entre el que uno domina y varias lenguas muertas más, suele volverse violento y no durar mucho ahí.

¿Y los niños? ¿Cómo es de grande la cuchara con la que se les puede ir dando dosis de realidad?

3 comentarios:

  1. Aaaahhh, el difícil arte de la docencia. Dónde está el equilibrio entre dejar descubrir e "informar". Desde luego, a veces la sobredosis de información empacha, no por la información "per se" sino por la no "digestión" de ésta, casi siempre por no dedicar a cada "item" el tiempo y los recursos necesarios. Mi experiencia personal me dice que no importa tanto el tamaño de la cuchara (no existe tal cuchara, recuerde el oráculo...) sino la calidad de su contenido y ante todo la EMOCIÓN/SIGNIFICACIÓN ligada a éste. Sin emoción no hay vida y mucho menos aprendizaje...es mi humilde opinión como profesional de la "lucidez"...

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  2. La clave está en diversificar. Yo tengo alumnos que absorberían conocimientos no con cuchara, sino con embudos! Sin embargo, a otros hay que alimentarlos con suero gota a gota. Y yo tengo la suerte de poder gestionar y particularizar lo que le doy a cada uno, gracias a horarios y grupos individuales. Pero, ¿como puede hacer esto un profesor de colegio/instituto? Haga lo que haga errará, pues si utiliza suero, el del embudo morirá de hambre o se apdatará a comer poco, y si utiliza embudo, el del suero morirá igual que el protagonista de tu historia.
    Solo hay dos posibles soluciones
    La primera está en separar a los alumnos por su nivel de "hambre", lo que multiplicaría los recursos necesarios en educación.
    La segunda es conseguir que todos los alumnos se sientan hambrientos, cosa para la cual el 90% de los profesores no estamos capacitados por la degradación del conocimiento de la que he hablado en otro comentario.
    Así que... ¿que estamos haciendo? Pues en la actualidad, y sin ninguna duda, tenemos a los hambrientos a dieta estricta. Y eso va a redundar en más degradación..

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  3. -andreu:
    oh tu, dios de la coca cola,
    por dios no bebas agua
    que a ti igual una taza
    te mata como a una cucaracha

    la rima es mala però no podias esperar mucho mas a mi me aburria infinito la poesia.

    -berto tens raó hi ha que millorar la qualitat de la educació si o si perque sino d'ací uns any la generacion nini seran els nous premis nobel

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