lunes, 6 de mayo de 2013

Partiendo de cero II. El concepto de riesgo.


En esta entrada quiero comenzar el análisis de la lógica del juego por lo más básico que se me ocurre. ¿En qué consiste jugar bien al baloncesto? Unos dirían que en ganar. Otros que en desarrollar un juego efectivo a la vez que vistoso. Todas ellas respuestas perfectamente válidas, pero más propias de un tuit que de un blog, así que trataré de ahondar más. Jugar bien, realmente bien, para mí exige un conocimiento profundo de unos pocos hechos muy simples.

Para empezar, los elementos que conforman el propio juego. Estos son los jugadores, el terreno y las canastas, el balón, el reglamento, el árbitro y los oficiales de mesa… Además podemos añadir como elementos estructurales el tiempo y el espacio, fundamentales para el desarrollo estratégico. Como veis, el entrenador, así como el público, los padres y la prensa, quedan fuera de lógica interna. Si bien es cierto que el papel del entrenador, influyendo en su equipo durante los partidos, podría ser considerado intrínseco al juego. Yo prefiero excluir su parte, en parte, para redimir mis pecados de tiempos muertos…

Superado el primer hecho del juego, sus elementos, nos disponemos a comenzar la andadura de sus roles, o funciones, o mejor aún, de cómo los distintos elementos antes vistos se relacionan entre sí. El reglamento define los principales nexos entre dichos elementos. Así, establece en su artículo 1.1

El baloncesto lo juegan dos (2) equipos de cinco (5) jugadores cada uno. El objetivo de cada equipo es encestar en la canasta del adversario e impedir que el equipo contrario enceste.

A este primer artículo subyace la idea de oposición, así como la de cooperación. Asimismo establece los roles básicos de ataque y defensa y fija los objetivos originarios de cada rol. No obstante, en las reglas de juego no se definen estos papeles (ataque y defensa) explícitamente a pesar de que sí haga uso de ellos en la descripción de varias reglas. Damos por sentado que atacante es todo jugador del equipo que tiene el control de la pelota. Su objetivo es encestar en la canasta del adversario. Y para ello necesita conservar la posesión de dicha pelota. Al menos el tiempo necesario para poder hacer un lanzamiento a canasta. Podríamos decir que en el rol de ataque tenemos un objetivo ofensivo (anotar) y otro defensivo (conservar). Además, estos dos objetivos están íntimamente relacionados con sus equivalentes defensivos. Por un lado, el equipo que no está en posesión del balón debe impedir que el adversario anote, como reza el artículo 1.1, pero además, debido al 1.3 donde se define quién gana, querrá recuperar la posesión para poder anotar. El nexo es evidente. Cuando un equipo quiere anotar, el otro concentra sus esfuerzos en evitarlo. Por el contrario, cuando un equipo quiere recuperar la pelota, el otro se aplica para protegerla. Además, la relación no acaba ahí, porque como en una balanza, cuanto más esfuerzo pone un equipo en conseguir su objetivo ofensivo, más descuidado deja el defensivo. Viceversa también. Podríamos denominar riesgo a cómo de ofensivos o defensivos nos mostramos.

Para trabajar esta idea con los jugadores, yo les presento una escala del riesgo que va de 0 a 10, donde 0 es poner todo el esfuerzo en el objetivo defensivo (en ataque conservar y en defensa proteger) y 10 es todo puesto en anotar o en recuperar la posesión (objetivos ofensivos). Y se puede trabajar mediante cualquier ejercicio en el que haya oposición. Puede ser una pregunta rápida, a mitad de la tarea, que les sirva de pie para replantearse las estrategias. ¿Qué nivel de riesgo os interesa ahora? El número que den no será lo importante, sino la reflexión que le siga. De esta manera nos aseguramos que los jugadores están familiarizados con una gran idea de la lógica interna de este juego: Para conseguir ganar debes tener entre tus objetivos que el equipo contrario no consiga los suyos, y para eso deberás interpretar sus acciones e intenciones. Intentar recuperar el balón cuando esté desprotegido y no atacarlo cuando lo esté nuestra canasta. Parece fácil pero no lo es.


Cuadro realizado por M. Lajo y A. Rodilla para el proyecto de EEMM de baloncesto de Denia, año 2003.

Será motivo de otra entrada analizar qué variables son relevantes en el control de dicho riesgo. Espero vuestros comentarios y críticas.

sábado, 4 de mayo de 2013

Partiendo de cero I. La toma de decisiones.



        Empecé a entrenar con 14 años. Un par de años antes había conocido al que fue la razón de mi oficio, David, mi entrenador. Para mí los primeros años fueron como una explosión de conocimientos. Cada día aprendía conceptos nuevos, palabras técnicas y ejercicios imposibles. Casi todo tenía que ver con el juego, con la técnica y la táctica, términos confusos para mí en aquel momento. Como si de un saqueo postapocalíptico se tratase, yo entraba en los entrenamientos de los demás a quedarme con todo lo que me abarcase. Como si no fuese a verles entrenar nunca más. Para mí, aquellos sabios tenían bibliotecas enteras dentro de su cabeza y yo sólo estanterías vacías. No necesitaba un criterio para seleccionar la información. Todo era nuevo. Todo iba para adentro.

        Con el paso del tiempo y el ejercer de mi función fui llenando mis propias librerías. Organizando aquellos conocimientos, como si anduviera por los pasillos de mi biblioteca, fui descubriendo la necesidad de organizarlo todo por categorías. Cada vez que aprendía algo nuevo sentía la necesidad de relacionarlo con todo lo demás. Quería encontrarle un sitio donde alojarlo dentro de la ciudad de mis ideas. Creé una sala para los sistemas, otra para los gestos técnicos, los aspectos psicológicos, la condición física... 

        Estas salas han sufrido numerosas reformas a lo largo de mi experiencia. He tirado tabiques, he separado estancias, todo un sinfín de reorganizaciones mentales que siguen en perpetuo cambio. Pero fue a raíz de conocer a otro de mis gurús cuando descubrí algo nuevo que iba a cambiar mi concepto compartimentado del saber baloncestístico.

Alfredo hizo que me diera cuenta, entre otras muchas cosas, del papel que juega la metodología en todo esto. Hasta ese momento esta parcela era sinónimo de ejercicios, sesiones o formas de trabajar. Pero la convivencia con este genio y el contacto directo con su trabajo me reveló el verdadero potencial organizador del método. En esencia, la metodología debe ser el eje vertebrador del aprendizaje técnico-táctico. Todo lo que se puede hacer en una pista está relacionado con el resto de los elementos. Todo está conectado y la mejor manera de llegar a jugar de forma eficaz es conocer esas conexiones y saber avanzar por la ruta que nos marcan. Estoy hablando de la toma de decisiones como elemento diferenciador en la metodología a emplear.

        No pretendo aquí discutir el papel de la ejecución técnica o la importancia de la percepción y la evaluación. Todo ello es consustancial al hecho táctico y, evidentemente, su mejora tendrá efectos positivos en el rendimiento en el juego. Pero yo apuesto por la toma de decisiones como centro del sistema porque, bajo la perspectiva del baloncesto de formación, el conocimiento de la lógica interna del juego no limita las capacidades de los practicantes. De hecho, las potencia. Será necesario un profundo conocimiento de sí mismo y un apropiado razonamiento lógico, pero ningún jugador quedará excluido del juego por sus características personales. Y no olvidemos que el fin último de la mayoría de entrenadores de baloncesto es hacer que el juego sea lo más disfrutable y enriquecedor posible para nuestros jugadores.

      Así, la lógica interna del juego fue el segundo regalo más grande que este mi maestro me dio.  Para conocer el primero tendrás que releer Cartas a mi entrenador, volumen 1.