sábado, 1 de noviembre de 2014

Sobre líderes, política y gestión de equipos



Cuando la decadencia está en los espacios formales, las soluciones pueden venir de las agitaciones que esta provoca en los ámbitos informales. Los líderes efectivos se atreven a salir en su búsqueda sin miedo a perder los formalismos.

viernes, 31 de octubre de 2014

Dos maneras diferentes de obtener ventajas: el sisteming y la estrategia consciente.


Los sistemas de juego suelen ser, en esencia, una concatenación de situaciones estratégicas que a su vez están compuestas por medios tácticos colectivos. Cada una de estas situaciones tiene unos espacios determinados de juego, unas opciones favoritas y una intención final. Así, un sistema largo suele estar edificado sobre la idea de que la posición final de los jugadores tras la primera situación es la idónea para el inicio de la segunda situación, y el final de esta para el comienzo de la siguiente. Pero, hay dos maneras de jugar cualquier sistema. Podríamos decir que existen dos actitudes diferentes de juego que cambian por completo la esencia del sistema. Están las hormigas y los leones. Empecemos con las primeras.

El comportamiento de un hormiguero siempre se ha puesto como ejemplo de trabajo en equipo. Cada hormiga tiene su rol y se entrega a él total e inconscientemente. Son como engranajes perfectos de un motor que asegura la subsistencia de la especie. La exploradora, explora; la obrera, obra; y la reina, reina. Siguen un papel dentro de un plan general que –y aquí viene lo bueno- ninguna de ellas conoce en su globalidad. Los insectos no tienen conciencia. El instinto les guía de forma automática. Son efectivos pero ajenos a ello.

Los leones cazan en manada. Tienen estrategias diferentes para su fin que cambian en función del número de miembros de la manada, la situación geográfica, el tipo de presa y la urgencia de su cometido (del hambre que tienen, vamos). Además, para cada estrategia el líder de la manada establece unos roles diferentes. Puede que utilicen el terreno elevado para atacar, puede que acorralen a su presa en un pasillo estrecho y puede que le hagan correr hasta el campo abierto para favorecerse de su velocidad, pero a diferencia de las hormigas, ellos nunca olvidan su intención final. Si en medio de la persecución la presa se resbala y cae, los leones no siguen con su estrategia planificada. Solo aprovechan la ocasión. Y aquí no importa su rol. Si pueden, muerden. Yo le llamo estrategia consciente.

viernes, 10 de octubre de 2014

¿Qué es leer el juego?



Leer el juego es una actitud; una manera de estar en la pista. Y, o la tienes o no la tienes. No hay término medio.

Leer el juego es ver un mensaje, es ver lo que te rodea como un código. Cada parte significa algo y todo está relacionado.

Leer el juego es entrar en una historia, en un cuento, donde tan bueno seas leyendo, tanto mejora el argumento.

Leer el juego no es hacer bien los sistemas, del mismo modo que saber cocinar no es seguir una receta. Tanto entrenadores como jugadores, tanto en colegios como canteras ACB, suelen ignorar este hecho. Se enseña estrategia antes que táctica. Y en los partidos, solo la primera parece importar. A la buena lectura de lo inmediato se le suele llamar talento, y sirve como excusa para no plantearse mejorarlo.

Leer el juego es personal e intransferible. Es el disfrute máximo que este deporte puede ofrecer y solo está al alcance del que se atreve a no hacer caso a los demás, a inventarse su propia forma de jugar.



viernes, 1 de agosto de 2014

Retorciendo obviedades I


La táctica surge de forma natural y progresiva en los jugadores cuando la técnica tiene problemas para ser ejecutada conforme al patrón de movimiento aprendido. Si excluimos al entrenador y su planificación y nos centramos en el propio juego, nos damos cuenta de que son las dificultades que encuentra lo que conduce al jugador a plantearse cómo adaptarse y, por tanto, a desarrollar un pensamiento estratégico.
Por ejemplo, las entradas a canasta; mientras la situación de juego permita al niño ir a anotar y dar los dos pasos en línea, con el pie que toca y al ritmo que controla, no existirá táctica para ese contenido, más allá de la reconocer la situación como propicia. A medida que el juego global aumente de dificultad, las posibilidades de realizar esa acción disminuirán y el jugador tendrá tres opciones. La primera es seguir haciendo lo mismo, pero esta vez chocando contra defensores y perdiendo efectividad. La segunda también es seguir haciendo lo mismo, pero reduciendo el número de veces. En este caso, el jugador decide correctamente cuándo sí y cuándo no hacer el movimiento aprendido, pero a costa de reducir el número de síes. La tercera es adaptar el movimiento a la nueva situación manteniendo la intención. Esto requiere de un nuevo patrón motriz, pero eso es lo de menos. Si las habilidades básicas están desarrolladas, el jugador por si mismo debe poder ejecutar el nuevo movimiento. La cuestión importante es si tiene el hábito de querer adaptarse. Para reajustar un movimiento manteniendo la intención final de este es necesario que se conozca dicha intención, y además, que se sea flexible en su interpretación. También, la capacidad de autoevaluación y la creatividad serán determinantes. Así mismo las capacidades perceptivas. Por tanto, esta es la opción más exigente. Nuestro deber como educadores es orientar a los jugadores hacia ella, proporcionar los entornos necesarios y los grados de ayuda oportunos.

martes, 8 de julio de 2014

¿Tú qué entrenas más, la táctica o la técnica?


El otro día estaba teniendo una charla de basket con compañeros entrenadores en un campus de verano cuando, entre reflexiones y opiniones, anécdotas y controversias, surgió la pregunta ancestral más debatida de la historia por los entrenadores de formación. Sí, esa. Da igual cómo la formulemos. Como decía la canción, “hay mil maneras de llegar al infierno”. ¿La técnica antes que la táctica? ¿Se pueden dividir la táctica y la técnica? ¿Qué es la táctica y qué la técnica? Todas estas opciones son habituales, aunque vistas así, todas juntas, parezcan más un guion escrito por el maestro José Luis Cuerda.

En aquel momento apenas pude encontrar un modo claro de expresar un montón de inquietudes que tengo al respecto. Muchas más preguntas me gustaría haber podido plantear y cruzar opiniones. Pero lo bueno de las charlas para gente como yo es que las ideas se quedan rebotando en la cabeza y pueden generar un debate interno, posterior al externo, y útil igualmente. Y en esas estamos. Pero si quiero responderme todas esas preguntas necesito dar un rodeo y olvidarme de las dos palabras (técnica y táctica) al menos por unas líneas. Me hago una cuestión que ya debió ser planteada por alguien antes del surgimiento del primer entrenador del primer deporte. ¿Cómo se juega a esto? Ojala la respuesta fuera tan simple como la pregunta.

Lo principal para empezar a responder es no olvidarnos de que todas las acciones conscientes que las personas realizan, incluidas las que se hacen jugando, están englobadas dentro del mecanismo de procesamiento de la información. Este consta de tres fases que se ejecutan en un orden concreto e inalterable. Las podemos exponer aquí denominándolas de forma algo simplista así: percepción, decisión y ejecución. Además, tenemos una cuarta fase con unas características muy especiales. La evaluación se lleva a cabo al finalizar el proceso de las tres fases, proporcionando un conocimiento del resultado. Pero también se desarrolla paralelamente al mismo analizándolo y fiscalizándolo, por así decirlo. Entendido esto, la clave está en no olvidar que toda acción del juego también debe llevarse a cabo dentro de este modelo y que nuestra forma de organizar los contenidos puede basarse en él.

Hasta ahora creo haber sido descriptivo. Ahora me posicionaré en algo (guiño, guiño para mi amigo Lolo). Cuando hago mis planteamientos tácticos, mi planificación semanal o mi sesión de técnica individual, no pienso en ello desde el esquema de esos dos conceptos (temporalmente olvidados). Sí los uso para comunicarme con otros o para plasmar mis ideas pero tengo claro que el aprendizaje no está parcelado de esa forma. Yo busco aquellas situaciones de nuestro juego que creo que son ricas pedagógicamente. O sea, aquellas que, en función del nivel del practicante, suponen un desafío estimulante. Busco la zona de desarrollo próximo del jugador sin atender a recetarios ni fórmulas mágicas. Trato de ordenar los escenarios en función de la dificultad de su objetivo final y los presento a los jugadores para que los exploren en una primera fase. En Minibasket puede tratarse de un juego que consista en llevar la pelota del punto A al punto B. En junior, saber sacar ventajas de las desorientaciones de un defensor durante un bloqueo indirecto. Lo importante del asunto es que centro el trabajo en la fase de decisión, y a partir de ella, evalúo, junto a los jugadores, nuestra forma de jugar, priorizando el trabajo en aspectos de percepción, de ejecución, volitivos o actitudinales en función de los resultados de esa evaluación permanente.

Para mejorar la percepción me gusta emplear juegos muy abiertos, que a simple vista no se parecen al baloncesto, pero que realmente se asemejan en la demanda perceptiva, ya sea por tener estímulos similares, en la misma proporción o de parecida intensidad. Cuando nos enfocamos en aspectos de las ejecuciones motrices, me gusta ir desde las habilidades básicas al trabajo de técnica individual analítico en 1x0. Me encanta esta última situación porque se reduce a la esencia, escatima en distracciones y puede desarrollar enormemente la imaginación de los jugadores.

En cuanto a la fase de decisión, mis estrategias son más variadas. Para empezar tengo unas dinámicas establecidas en los equipos que ayudan a que los jugadores se sientan libres para tomar decisiones. Empiezan con cosas fuera de la pista pero pronto esa seguridad y el sentimiento de grupo afectan a la forma de jugar. Creo que es muy difícil tener un equipo que juegue de forma inteligente, que sea creativo en las soluciones y que decida correctamente en los momentos de presión si están dirigidos bajo un régimen dictatorial que cree que la disciplina es sinónimo de uniformidad y univocidad. Y sí, sigo hablando de baloncesto. Para que sean buenos decidiendo deben sentirse libres para equivocarse, y para esto deben ser aceptados en sus diferencias.

En cuanto a las tareas que potencian la toma de decisiones, creo que son las que deben estar mejor adaptadas al grupo y al individuo. Me gusta crearlas cada vez casi desde cero. Suelen ser situaciones-problema donde el número de jugadores, las distancias entre ellos, las normas de movimiento y el objetivo final pueden variar para amoldarse al equipo. Yo ofrezco un escenario inicial, unas reglas de juego y una meta a conseguir. El cómo hacerlo depende de los jugadores. La estrategia es un concepto simple que nace en los jugadores, no en los entrenadores. Nosotros debemos optimizarla. Pensamos que poner un bloqueo es un contenido de nivel 5 pero todos hemos jugado de niños en el recreo en una pista con cuatro partidos más y entonces ya los usábamos.

Una vez más repito que en todos los trabajos que hagamos en pista se estarán produciendo las tres fases del procesamiento de la información permanentemente, pero que por sus características propias, unas tareas pueden ser más interesantes que otras para potenciar ciertas partes del mecanismo. Asimismo, antes he comentado que trato de ordenar mis enseñanzas en función de la dificultad de los objetivos. En una entrada anterior ya comenté sobre estos objetivos del juego y sobre la idea que surgía como resultado: el riesgo (aquí tenéis el enlace por si queréis revisarlo). Creo firmemente que el manejo del riesgo debe estar en manos de los jugadores durante los ejercicios y el juego real. Trabajar a diario por mejorar la decisión de cuánto de ofensivo se puede ser en cada momento es una garantía de aprendizaje constructivista. No es fácil porque es necesario que nosotros, los entrenadores, seamos los primeros que cambiemos el foco de atención de las ejecuciones a las decisiones, y que evaluemos a partir de ellas la percepción y el movimiento.

miércoles, 25 de junio de 2014

Heráclito y Parménides se hubieran sentado a hablarlo

Llegadas estas fechas de final de temporada es cuando comienzan los movimientos en los clubes. Los jugadores se reconcomen con cosas como si estarán en el A o en el B, si jugarán esta liga o la otra, o si les entrenará fulanito o menganito. Los entrenadores nos ponemos nerviosos si nuestro club no nos habla del año que viene y algunos clubes comienzan a salir de caza mientras que otros se esconden debajo de la cama para que nos les coja el hombre del saco. Aunque no sucede con la misma intensidad en todos los sitios, este tiempo de rumores y prensa rosa configura un periodo de inestabilidad y de cambios, que acaba revirtiendo en unos de forma positiva y en otros, no tanto. 

No creo que haya un factor común que nos ayude en el análisis. Hay tantas situaciones diferentes como personas involucradas, y, por tanto juzgar de forma generalizada las decisiones de cambiar o quedarse en un club parece a todas luces una injusticia. No es mi intención tampoco cuestionar ningún caso particular. Pretendo reflexionar sobre esta circunstancia que tantas preocupaciones ocasiona con el propósito de generar debate, de contrastar puntos de vista y de comparar escenarios. Algo que he aprendido gracias a mi recorrido (nunca mejor dicho) profesional es que en Valencia y Alicante se viven realidades diferentes en lo que a tráfico de jugadores se refiere. Quizá sea por la mentalidad, quizá por la idiosincrasia de cada sitio, o quizá por la combinación de ambas y otras.

De todas formas, cada jugador o técnico debe valorar su caso, tener un proyecto personal, buscar un proyecto de club afín y dejar hacer su trabajo a aquellos en los que deposite su confianza. Eso sí, averiguar qué es lo que le beneficia a uno puede ser la parte más difícil, y para esto es útil apoyarse en personas de confianza. En el caso de los jugadores que dudan, es habitual que pregunten a sus entrenadores. Estos son en teoría parte implicada en el asunto, pues suelen entrenar en uno de esos clubes. Aquí se abre un primer dilema. ¿Somos entrenadores de jugadores o de clubes? ¿El beneficio de quién buscamos? Ambos colectivos han depositado su confianza en nosotros, pero unos son con los que hemos formado equipo, con quienes hemos crecido y de quien nos hemos responsabilizado en su formación. Los otros son los que nos pagan, los que nos eligieron y con los que formamos parte de un proyecto más grande que nuestro equipo. La cuestión no es fácil.

Por otro lado está el desequilibrio existente entre los clubes. Algunos tienen una capacidad de captación enorme gracias a su nombre, su categoría o su presupuesto. Otros sobreviven de las cuotas de los jugadores y su única fuente de captación es a través de la iniciación deportiva. Es decir, solo pueden incorporar niños que antes no jugaban al baloncesto. No obstante y a pesar de que muchos compañeros se enfurecen por esta irregularidad, la disparidad entre clubes no creo que pueda ser considerada injusta. No me parece una situación susceptible de ser juzgada. Simplemente, solo puede ser así. La homogeneidad no tiene cabida mientras los contextos sean diferentes. Ahora, esto no quiere decir que los clubes estén exentos de responsabilidades al respecto. Yo aplico el mismo esquema moral que dentro de un equipo. Las capacidades de un jugador, junto a las necesidades del equipo, es lo que configura el rol que desempeña, y su rol es a su vez el que define sus responsabilidades. Del mismo modo, que un club tenga mayor capacidad de captación también debería ir acompañado de una mayor responsabilidad moral para con la competición y la relación entre los clubes. Y en cuanto a esto, me gustaría destacar un hecho que me llama la atención desde hace tiempo: la humildad es un valor que todos defendemos en las pistas con los niños, pero que a menudo se olvida en los despachos cuando tratamos (o ni eso) con otros clubes. 

Pero los clubes y los proyectos no son nada físico. En realidad son el trabajo conjunto de personas con nombres y apellidos. Y como personas, tienen los mismos defectos que todos o casi todos. Cuando alguien en su club construye un proyecto y decide que necesita incorporar gente a este, suele caer en el error de olvidarse de los proyectos de los demás. Rara es la situación en la que un club se interesa por el trabajo de otro y por el papel concreto de un jugador o entrenador. El egoísmo impera y la empatía brilla por su ausencia. Y es un error grave, que a la larga acaba yendo en detrimento de todos, incluidos los clubes más potentes. Si a mí no me creéis preguntárselo a las matemáticas de John Nash en su Teoría de juegos.

Todos los clubes están en su perfecto derecho de querer incorporar jugadores y entrenadores a sus filas, y una vez llegado el 30 de junio las licencias federativas ya no suponen contrato alguno, pero también creo que deberían, acorde a sus posibilidades, trabajar más en sus proyectos para definir un estilo que ofrecer y una cantera propia de jugadores y entrenadores. Además, como todo integrante de un sistema, los clubes tienen responsabilidades encaminadas al buen funcionamiento del hábitat. La interacción debe andar más allá del vestíbulo de las cordialidades y adentrarse en las estancias cálidas donde los problemas se puedan exponer a cara descubierta. Los jugadores no son mercancía, ni siquiera son clientes. Son niños y jóvenes que no tienen la suficiente cultura deportiva para saber cómo han de comportarse, al igual que sus padres. Y perciben en los enfrentamientos entre clubes una hostilidad que no les ayuda a “culturizarse”. Sentarse en la misma mesa a hablar puede solucionar muchos malentendidos. Y con esto no me estoy refiriendo a una especie de subasta con el niño en medio y los clubes en disputa a los lados. Me refiero a llevar la situación con naturalidad, diálogo y paciencia.

Por último, me gustaría remitiros al blog de mi amigo Fran Adell. Él también ha hecho una reflexión sobre este tema desde una perspectiva algo diferente. Lo podéis leer en este enlace. A ambos nos gustaría conocer vuestras impresiones sobre el asunto, así que no dejéis de comentar aquí, en su blog o en las redes sociales. Queremos abrir un debate.

sábado, 14 de junio de 2014

Viejas glorias (parte II)

Parte I 


Parte II


Rus – La clave está en lo humano. Es un factor tan importante que no podemos… obviarlo. No importa lo que digan las estadísticas mientras no se lo digan a un humano. ¡Es así de simple!

Beltrán – hmmm… ya veo, ya… ¡¿Pero qué coño estás diciendo?!

Rus – Joder, pues eso. Que el porcentaje de tiro de tres de un jugador solo importa si el que lo lee, lo escucha o simplemente lo sabe, es influido por ese dato. Si no le afecta, la estadística no vale para nada.

Beltrán - ¿Y eso que tiene que ver con lo de hacer “triángulo y dos” sin entrenarlo?

Rus – Pues todo Beli, todo. Cuando me diste el informe y empecé a mirar datos no paraba de pensar que nuestros rivales tenían unos números realmente buenos. Especialmente en los últimos partidos habían rozado la perfección reduciendo el número de pérdidas y con unos porcentajes altísimos de tiro. Se me estaba cayendo el mundo encima… y tú no parabas de hablar de sus últimos rivales y de cómo habían sido incapaces de frenarlos.

Rus hizo una breve pausa para beber. No paraba de dar pequeños sorbos de su wiski. Iba por el tercer doble y no parecía dispuesto a bajar el ritmo. Más bien lo contrario. Beltrán, en cambio, casi no bebía de tragos, solo apoyaba el fino cristal del vaso en sus labios y dejaba que unas gotas de aquel oro líquido resbalaran hasta la comisura de su boca. Luego hacía una especie de balbuceo mudo y tragaba saliva enérgicamente.


Rus – Yo sabía que nosotros no éramos mejores que todos esos rivales… No lo éramos. Y por muy bien que hubiéramos defendido el flash en el bloqueo no lo hubiéramos hecho mejor que el Valencia la semana anterior. Ni podríamos haber cubierto el balance mejor que los vascos. Ni estar más acertados que los canarios. Y a ninguno de los tres les fue suficiente.

Beltrán – Eso no lo sabes. No sabes si podíamos haberles parado el contrataque, ni si hubiesen podido parar nuestro carretón… ¿Y sabes por qué no lo sabes? ¡Porque no lo hicimos ni una puta vez! No te dio la Real gana y punto.

Rus – Pues no. Como ya te he dicho, la conclusión era obvia: había que hacer algo diferente. Lo más diferente posible a lo que ya sabíamos que ellos sabían hacer… Vaya, ahora no sé si me he liado…

Beltrán – Un poco. Pero da igual, te he entendido. Vamos, que te acojonaste.

Rus – Pues mira cara burro, te voy a ser sssincero…

La borrachera de Rus era notoria. Con la cabeza ladeada sobre la oreja derecha de su sillón y con los ojos prácticamente cerrados, continuó hablando cada vez más lento y torpe.

Rus - … la verdad es que al principio sí estaba acojonado, y seguramente por eso mi subconsciente entró en acción y tomo el papel protagonista. La intuición me dijo que virara el barco ciento ochenta grados, y para… para cuando mi conciencia despertó del shock, mis manosss… ya estaban… en el ti… en el... timón.

Beltrán espero quince minutos más en el salón, saboreando el wiski y viendo a su amigo roncar. Después se levantó despacio y caminó tambaleándose en dirección a la puerta. Justo antes de salir se volvió hacia Rus y habló en voz baja.

Beltrán – Gracias viejo amigo. Otro classic estupendo.




<<<<< FINAL >>>>>



martes, 8 de abril de 2014

El nuevo entrenador de formación


El baloncesto es un juego en constante evolución, al igual que la sociedad, la ciencia y el propio ser humano. Las visiones estáticas o conservadoras están condenadas a quedarse atrás. Es por esto que los entrenadores deben estar al día. La renovación es continua. Pero, cada vez que se aborda este tema en artículos o conferencias, el objeto de esa evolución parece limitarse al propio juego. Es difícil, aunque no imposible, encontrar entrenadores que hablen sobre cambios en su estilo de liderazgo o sobre sus rutinas de trabajo. Los sistemas ofensivos y defensivos se llevan todo el protagonismo. Para más inri, los pocos que últimamente están aportando algo a este respecto son entrenadores centrados en el rendimiento, en categorías senior y en divisiones profesionales o semi-profesionales. La verdad es que, si eres entrenador de formación en un colegio o un club de ámbito provincial o autonómico, tu única fuente de formación son los cursos de entrenador de las federaciones o los clínics locales organizados por compañeros de profesión. En mi opinión esta oferta es insuficiente, y aunque muy apreciada, me parece que los contenidos que se tratan en ambas opciones no cubren ni la mitad de lo que realmente es necesario. Otra vez, suelen focalizarse en la técnica y la táctica, en el reglamento o el scouting… en definitiva, en el juego del baloncesto. Me parece una propuesta incompleta y estancada.

He tratado de resumir en una sola frase cuál es la labor del entrenador de formación. Además, he intentado que recogiera los focos imprescindibles a los que debe apuntar nuestra formación. Demasiado resumen puede dar una sensación pobre, casi de arte conceptual, pero también puede ser manejable y fácil de recordar. Solo tres palabras para englobar toda nuestra formación. Tres áreas de conocimiento.

Yo, entrenador de baloncesto, me pregunto en qué consiste mi trabajo. Y lo puedo resumir así:

Enseñar un juego de equipo


ENSEÑAR

Enseñar es solo la mitad; la nuestra; la que solo tiene sentido si va unida a aprender. El binomio enseñanza-aprendizaje es el objeto de estudio de las ciencias de la educación y la pedagogía. Esta debería ser una de las áreas fundamentales en nuestra formación. Porque enseñar y aprender, independientemente de la materia, tienen unos principios y fundamentos que son como una llave maestra, la cual puede abrir cualquier mente y disponerla para el aprendizaje.

La educación ha sido estudiada desde tiempos inmemoriales, y la pedagogía como tal nació hace más de tres siglos. No obstante, gracias a que los avances de la ciencia nos han permitido conocer mejor el funcionamiento y evolución del cuerpo humano en general y del cerebro en particular, lo que sabemos hoy en día sobre el proceso de EA dejaría boquiabiertos a eruditos en la materia como Sócrates, Freud o Piaget. Conceptos como la plasticidad cerebral, las inteligencias múltiples o las TIC han revolucionado la forma de enseñar y aprender. Las escuelas tradicionales no han sido apartadas, como se tiende a considerar, sino englobadas dentro de unas metodologías más abiertas y flexibles.

No puedo comprender como nosotros, los entrenadores de niños, podemos entrar cada día en la pista y tratar con nuestro equipo sin sentir la responsabilidad de hacer bien el trabajo. Y por hacer bien ahora me estoy refiriendo a enseñar bien. Dedicarse a enseñar y no conocer la ciencia que lo estudia es como ser piloto de avión sin saber nada de motores.


JUEGO

Esta palabra bien podría sustituirse por deporte, lo que daría un mayor empaque a la idea de competitividad y mentalidad de deportista, pero me gusta pensar que juego lleva todo esto también incluido. Además le añade el factor fundamental: la diversión. No es este el momento de centrarme en esto, pero sí diré que hay tantas formas de diversión como personas hay, incluso más, y la diversión es la expresión máxima de libertad. Nadie puede obligarte a divertirte. Esto podría fundamentar el hecho de que el juego sea considerado el disfraz del aprendizaje. En libertad total, sin ninguna presión, en la burbuja… 

Pero no enseñamos cualquier juego. Nosotros enseñamos baloncesto. He aquí otra de las áreas fundamentales sobre las que versar nuestra formación. Debemos conocer este deporte con toda la profundidad que podamos. Y digo profundidad y no extensión. Cualquiera que sea lector habitual de este blog sabrá que soy un defensor aguerrido de la lógica interna. Y es que nuestra tarea no es enseñar mucho, sino enseñar bien. Los entrenadores sabemos (gracias a las cámaras en tiempos muertos ACB) un montón de sistemas posibles que combinan otro montón de bloqueos… pero no sabemos decir las tres o cuatro cosas fundamentales para que un bloqueo sea útil y legal. Combinamos tres o cuatro movimientos diferentes para atacar las zonas de rivales (según sean pares o impares) y no transmitimos las ideas principales sobre las que asienta cualquier ataque a zona. Consideramos que nuestra formación es continua porque nuestros sistemas son distintos cada temporada, cuando en realidad nos da miedo admitir que ya no sabemos enseñar nada más del sistema anterior, pues nuestro entendimiento del mismo no pasa de la ordenación de sus partes o, como mucho, de la priorización de estas.

Todos los contenidos del baloncesto tienen una razón de ser. Ya sean técnicos, tácticos, estratégicos o psicológicos, todos tienen unas bases sobre las que se asientan y conocer esos pilares es lo que asegura un proceso de aprendizaje útil y duradero.

Por ejemplo: los ya mencionados bloqueos. En el aspecto táctico, su intención es el uso del cuerpo para dificultar el avance de un rival, generalmente defensor. Esto bien podría ser una definición del mismo, pero también un primer paso para su enseñanza. Y no solo eso, sino también un criterio para evaluar cada uno de los bloqueos que se hagan, así sean en ejercicios, juego libre, sistemas, etc. Si un bloqueo no cumple la premisa de hacerse con el cuerpo y servir para dificultar el avance del rival no puede ser considerado bloqueo y además, casi con total seguridad no servirá para el propósito pretendido. Pero además, en el plano técnico, también tenemos unos fundamentos. Estos surgen de la combinación de dos entes: el reglamento y la biomecánica. Podemos decir que el primero nos proporciona información sobre lo que es legal y lo que no y el segundo nos aporta una visión general de cómo puede moverse el cuerpo de forma más efectiva. El artículo 33.1 de las reglas de juego FIBA establece el principio del cilindro, y en sucesivas se definen las formas de contacto legal (impacto en torso, pies en el suelo, posición legal de defensa…). Por la parte mecánica es importante conocer la importancia del tono muscular para la velocidad de reacción y desplazamiento, así como la coordinación de los desplazamientos que permiten girar y avanzar de forma rápida y explosiva. Tanto las reglas mencionadas como el trabajo de coordinación conforman ese primer paso del trabajo técnico del bloqueo.

Conocer estos fundamentos lógicos del juego es lo que permite dominar la metodología. Partiendo de principios básicos como el de transferencia o el de dificultad creciente podemos crear secuencias de tareas que aseguren el aprendizaje de forma significativa. Bajo este prisma los sistemas de ataque o defensa se eligen por su riqueza didáctica, no por su rendimiento en la liga. Y esto puede parecer un detalle pequeño, pero al tratarse de las primeras etapas de la formación, una pequeña diferencia puede cambiarlo todo al final.


EQUIPO

El entrenador es el jefe del equipo. A menudo también el líder. Pero la forma de ejercer ese liderazgo es lo que le convertirá o no en un buen gestor del equipo. El trabajo en grupo es la herramienta más poderosa que tenemos para aprender, sobretodo la tan mencionada educación en valores. La diversidad dentro de un colectivo puede ser su arma más poderosa, dotando al grupo de capacidad de adaptación ante los desafíos y proporcionando a cada miembro relaciones muy distintas, pero también puede ser el germen de la discordia y la fragmentación. Es papel del entrenador trabajar dentro de la cooperación y la oposición, dándoles valor significativo a ambas.

Por otro lado, la capacidad del entrenador para comunicarse con el grupo también será un factor que determine el éxito del aprendizaje. Desde siempre me ha parecido que la formación en torno a las habilidades comunicativas estaba dejada de lado. No recuerdo ningún curso de entrenador, clínic o charla de baloncesto en la que se haya abordado este tema en profundidad. Transmitir con precisión, claridad y sobretodo emoción son saberes que podemos desarrollar con la adecuada formación.

El día a día en la pista está lleno de pequeñas decisiones, de acciones y reacciones, que no siempre podemos pararnos a meditar. Es necesario tener un estilo de liderazgo asumido que proporcione las respuestas adecuadas. Además, los jugadores (no olvidemos que se trata de niños y adolescentes) tomarán nuestros comportamientos como modelos de conducta, ya sea para imitarlos o para evitarlos. Los tiempos en los que los adultos eran autoridad per se han pasado. Ahora es necesario convencer, casi enamorar. Y para conseguir esto debemos formarnos en este ámbito también. La dirección de grupos es, sin duda, la tercera área fundamental de la formación de un entrenador.


LAS TRES ÁREAS:

PEDAGOGÍA: BASES DEL APRENDIZAJE Y ETAPAS SENSIBLES EN EL DESARROLLO DEL NIÑO.

CONOCIMIENTO DEL JUEGO: REGLAMENTO, TÉCNICA, TÁCTICA Y ESTRATEGIA.

DIRECCIÓN DE GRUPOS: ESTILO DE LIDERAZGO, HABILIDADES COMUNICATIVAS Y EDUCACIÓN EN VALORES.

jueves, 13 de febrero de 2014

Me aburre entrenar



No es la competición lo que hace que en los partidos se aprenda más. Son las emociones que provoca lo que ayuda a aprovechar mejor la vivencia. Las emociones son el pegamento de la memoria y la competición está cargada de ellas. Pero, ¿por qué? ¿Qué características tiene el hecho competitivo en general y el partido en particular que lo hace tan emocionante? Bien, dependiendo de nuestras referencias podríamos decantarnos por aspectos socio-culturales, psicológicos, biohistoricistas o incluso futboleros.  Yo, por considerarme un mero oyente de esta clase que llamamos cultura, me quedaré con lo más básico y evidente: lo que hace emocionante cada partido es que siempre es diferente. Siempre cambia lo que pasa. Nunca sabes qué sucederá ni cómo te influirá. Es por esto que las rutinas de equipo son primordiales. Ofrecen puntos fijos a los que cogerse para ganar seguridad, coger aire y seguir avanzando por el incierto camino.

Los entrenamientos, en cambio, parecen no despertar la misma inquietud, y de ahí que se suela decir que entrenar es importante, pero que donde realmente se aprende es en el partido. Pero, si analizamos bajo el mismo prisma básico que antes lo que sucede en la pista de lunes a viernes, nos damos cuenta de que no hacemos el mismo uso de la rutina que los fines de semana. En los entrenamientos la rutina es la base, no una herramienta, y tampoco suplimos la falta de incertidumbre de no contar con un equipo rival. Todo lo contrario, nos basamos en la repetición más o menos táctica de situaciones, queriendo que con la iteración el aprendizaje se consolide. A veces esta rutina de base viene marcada por la economía de esfuerzos del entrenador. Otras veces por la malinterpretación del verdadero significado de la planificación. Pero si el entrenamiento es monótono, sea cual sea la causa, solo tiene un culpable: el entrenador.

Impregnar de emociones cada día de baloncesto, sea o no “#gameday”, es más una utopía que una realidad posible para este colectivo tan misceláneo al que pertenezco. Pero si hay una profesión en la que se está obligado a luchar por un sueño es la de entrenador. Debemos tratar de ser originales y aportar a los entrenamientos algún edulcorante emocional. No tener miedo a cambiar lo que aburre o a pedir ayuda a los jugadores para que personalicen su entrenamiento. Y en los ejercicios, durante el juego, creemos entornos creíbles, emocionémonos con los éxitos y los fracasos de cada jugador y valoremos la calidad frente a la cantidad de repeticiones. No son fórmulas mágicas. De hecho, son solo las pequeñas rutinas de equipo a las que me agarro cada día para ver qué pasa hoy en el entreno. Puede que sea el director de la película, pero mis guiones son abiertos.