miércoles, 25 de junio de 2014

Heráclito y Parménides se hubieran sentado a hablarlo

Llegadas estas fechas de final de temporada es cuando comienzan los movimientos en los clubes. Los jugadores se reconcomen con cosas como si estarán en el A o en el B, si jugarán esta liga o la otra, o si les entrenará fulanito o menganito. Los entrenadores nos ponemos nerviosos si nuestro club no nos habla del año que viene y algunos clubes comienzan a salir de caza mientras que otros se esconden debajo de la cama para que nos les coja el hombre del saco. Aunque no sucede con la misma intensidad en todos los sitios, este tiempo de rumores y prensa rosa configura un periodo de inestabilidad y de cambios, que acaba revirtiendo en unos de forma positiva y en otros, no tanto. 

No creo que haya un factor común que nos ayude en el análisis. Hay tantas situaciones diferentes como personas involucradas, y, por tanto juzgar de forma generalizada las decisiones de cambiar o quedarse en un club parece a todas luces una injusticia. No es mi intención tampoco cuestionar ningún caso particular. Pretendo reflexionar sobre esta circunstancia que tantas preocupaciones ocasiona con el propósito de generar debate, de contrastar puntos de vista y de comparar escenarios. Algo que he aprendido gracias a mi recorrido (nunca mejor dicho) profesional es que en Valencia y Alicante se viven realidades diferentes en lo que a tráfico de jugadores se refiere. Quizá sea por la mentalidad, quizá por la idiosincrasia de cada sitio, o quizá por la combinación de ambas y otras.

De todas formas, cada jugador o técnico debe valorar su caso, tener un proyecto personal, buscar un proyecto de club afín y dejar hacer su trabajo a aquellos en los que deposite su confianza. Eso sí, averiguar qué es lo que le beneficia a uno puede ser la parte más difícil, y para esto es útil apoyarse en personas de confianza. En el caso de los jugadores que dudan, es habitual que pregunten a sus entrenadores. Estos son en teoría parte implicada en el asunto, pues suelen entrenar en uno de esos clubes. Aquí se abre un primer dilema. ¿Somos entrenadores de jugadores o de clubes? ¿El beneficio de quién buscamos? Ambos colectivos han depositado su confianza en nosotros, pero unos son con los que hemos formado equipo, con quienes hemos crecido y de quien nos hemos responsabilizado en su formación. Los otros son los que nos pagan, los que nos eligieron y con los que formamos parte de un proyecto más grande que nuestro equipo. La cuestión no es fácil.

Por otro lado está el desequilibrio existente entre los clubes. Algunos tienen una capacidad de captación enorme gracias a su nombre, su categoría o su presupuesto. Otros sobreviven de las cuotas de los jugadores y su única fuente de captación es a través de la iniciación deportiva. Es decir, solo pueden incorporar niños que antes no jugaban al baloncesto. No obstante y a pesar de que muchos compañeros se enfurecen por esta irregularidad, la disparidad entre clubes no creo que pueda ser considerada injusta. No me parece una situación susceptible de ser juzgada. Simplemente, solo puede ser así. La homogeneidad no tiene cabida mientras los contextos sean diferentes. Ahora, esto no quiere decir que los clubes estén exentos de responsabilidades al respecto. Yo aplico el mismo esquema moral que dentro de un equipo. Las capacidades de un jugador, junto a las necesidades del equipo, es lo que configura el rol que desempeña, y su rol es a su vez el que define sus responsabilidades. Del mismo modo, que un club tenga mayor capacidad de captación también debería ir acompañado de una mayor responsabilidad moral para con la competición y la relación entre los clubes. Y en cuanto a esto, me gustaría destacar un hecho que me llama la atención desde hace tiempo: la humildad es un valor que todos defendemos en las pistas con los niños, pero que a menudo se olvida en los despachos cuando tratamos (o ni eso) con otros clubes. 

Pero los clubes y los proyectos no son nada físico. En realidad son el trabajo conjunto de personas con nombres y apellidos. Y como personas, tienen los mismos defectos que todos o casi todos. Cuando alguien en su club construye un proyecto y decide que necesita incorporar gente a este, suele caer en el error de olvidarse de los proyectos de los demás. Rara es la situación en la que un club se interesa por el trabajo de otro y por el papel concreto de un jugador o entrenador. El egoísmo impera y la empatía brilla por su ausencia. Y es un error grave, que a la larga acaba yendo en detrimento de todos, incluidos los clubes más potentes. Si a mí no me creéis preguntárselo a las matemáticas de John Nash en su Teoría de juegos.

Todos los clubes están en su perfecto derecho de querer incorporar jugadores y entrenadores a sus filas, y una vez llegado el 30 de junio las licencias federativas ya no suponen contrato alguno, pero también creo que deberían, acorde a sus posibilidades, trabajar más en sus proyectos para definir un estilo que ofrecer y una cantera propia de jugadores y entrenadores. Además, como todo integrante de un sistema, los clubes tienen responsabilidades encaminadas al buen funcionamiento del hábitat. La interacción debe andar más allá del vestíbulo de las cordialidades y adentrarse en las estancias cálidas donde los problemas se puedan exponer a cara descubierta. Los jugadores no son mercancía, ni siquiera son clientes. Son niños y jóvenes que no tienen la suficiente cultura deportiva para saber cómo han de comportarse, al igual que sus padres. Y perciben en los enfrentamientos entre clubes una hostilidad que no les ayuda a “culturizarse”. Sentarse en la misma mesa a hablar puede solucionar muchos malentendidos. Y con esto no me estoy refiriendo a una especie de subasta con el niño en medio y los clubes en disputa a los lados. Me refiero a llevar la situación con naturalidad, diálogo y paciencia.

Por último, me gustaría remitiros al blog de mi amigo Fran Adell. Él también ha hecho una reflexión sobre este tema desde una perspectiva algo diferente. Lo podéis leer en este enlace. A ambos nos gustaría conocer vuestras impresiones sobre el asunto, así que no dejéis de comentar aquí, en su blog o en las redes sociales. Queremos abrir un debate.

2 comentarios:

  1. Me apunto al juego propuesto por Andreu, y por lo que veo soy el primero en dar su humilde opinión.
    De la lectura de ambos blogs no me queda muy claro el posicionamiento de Andreu respecto al tema. Desglosa en bastante profundidad los elementos que componen el sistema , pero no se posiciona en una manera concreta. Sin embargo Fran si que se moja y de una manera bastante parecida a mi forma de ver el asunto.
    Sinceramente NO CREO en el MERCADEO de JUGADORES ni en categorías de FORMACIÓN ni en competiciones de nivel amateur. Creo en FORMAR jugadores y en identificarnos con ellos e intentar que ellos se identifiquen con nosotros. Creo en competir en donde seamos capaces de ir ganándonoslo con nuestro trabajo con los jugadores. Entiendo que pueda haber jugadores que por su nivel nuestro proyecto de club se le puede quedar corto y soy el primero que en estos casos aconsejaría un cambio .Pero realmente hay tan poquitos casos de estos. En eso creo y es lo que seguiré haciendo aunque el entorno en el que nos movamos camine en otra dirección. No me importa lo que hagan los demás. Si terminamos siendo la aldea de Astérix tendremos que ingeniarnoslas para inventar una poción mágica.
    Por otro lado creo que todo este mercadeo está perjudicando seriamente en la esencia del deporte y de la competición. La competición de formación se está convirtiendo en baloncesto masturbación me cojo a los doce mejores del ámbito en el que me muevo y no compito contra nadie. Juego yo solito O el otro baloncesto de pagarle la letra del coche a los cuatro "mercenarios" que hay por las ligas nacionales y autonómicas en lugar de invertirlo en la formación de nuestros jugadores. Sin entrar en las distintas formas de participación del mercadeo que abarcan desde la más estricta diplomacia al pillaje puro y duro.
    Espero haberme mojado lo suficiente y a ver si salpica y alguno más se anima.

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  2. Gracias Lolo por tu aporte. Quizá no he conseguido ser claro, pero mi opinión al respecto sí creo haberla expresado. A lo mejor porque mi postura no está cerca de ningún extremo puede haber quedado diluida. Repito aquí que me parece injusto juzgar generalizando ni a clubes ni a jugadores. En cuanto a casos particulares, no creo que sea el lugar. Lo que sí veo oportuno es hacer un llamamiento a todos los gestores de clubes para crear un ambiente de diálogo.

    Lo que tú (Lolo), Fran y yo pensamos sobre el enfoque correcto de un proyecto en un club es muy similar. Nuestros objetivos formativos son similares, pero me resisto a pensar que son los únicos válidos. Y baso esto en la cantidad de profesionales competentes de los que he aprendido y que sí se regían por la idea de captación indiscriminada (dicho mal y pronto).

    Yo abogo por una postura de consenso, donde cada club determine y exponga sus objetivos y proyectos y donde sean los jugadores los que decidan donde quieren formarse, teniendo en cuenta que esto no se consigue en un par de temporadas.

    Por favor, animaros a comentar con vuestra opinión.

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