miércoles, 11 de febrero de 2015

La defensa zonal en formación. Parte II

Si en la primera parte de este artículo me he limitado a definir (o redefinir) la defensa zonal y a reflexionar sobre su conveniencia en la etapa de formación, en esta segunda entrega me referiré a cómo introducirla en un equipo, qué aspectos pueden ser comunes a todas las defensa zonales y por último me serviré de unos diagramas para exponer mi manera particular de entender cómo funciona esta estrategia.

Sobre cómo introducir esta defensa en un equipo de formación he de aclarar que no se refiere al paso de incorporar una 2-3 al repertorio de sistemas y sacarla a pasear los sábados. Tiene más que ver con cómo crear entornos en los entrenamientos en los que la defensa individual no sea suficiente para resolver los problemas. A través de conflictos que planteemos a los jugadores mediante ejercicios y preguntas, como veremos un poco más adelante, se puede llegar a la conclusión de que una nueva estrategia es necesaria.

Como decía en la parte I, numerosas situaciones del juego se rigen por principios de utilidad del espacio, así que la forma de introducir los principios defensivos de las zonas será a través de estas:

  • El balance defensivo
  • Las ayudas y rotaciones
  • La defensa press con 2x1 en la primera media pista
  • El rebote


Reduciendo y aumentando su complejidad según los principios metodológicos podemos transferir el aprendizaje de conceptos sencillos en situaciones facilitadas a defensas más elaboradas en entornos reales de juego. De entre todas las modificaciones que podemos hacer al juego para crear estos escenarios, yo quiero destacar las inferioridades numéricas. 

En las edades infantil y cadete se debe plantear habitualmente ejercicios donde haya más atacantes que defensores. Las situaciones de ventaja/desventaja numérica son extremadamente útiles para facilitar la iniciación en el uso de estrategias por parte de los niños. Y recalco lo de por parte de los niños ya que, bajo el enfoque constructivista, ellos son los encargados de crearlas, consensuarlas, ponerlas en práctica y evaluarlas. El entrenador guiará y ofrecerá diferentes grados de ayuda, pero no impondrá las soluciones.

Dentro de estos juegos de desigualdades numéricas, el 4x3 es mi ejercicio favorito. Cuatro atacantes contra tres defensores reúne una serie de características que lo hace especialmente efectivo para desarrollar el juego que a mí me gusta en formación. Las razones son:

  • En 4x3 no suele hacer falta explicar que el pase debe prevalecer sobre el bote. Los jugadores (a partir de los 13 o 14 años) entienden de forma intuitiva que deben buscar al jugador que esté más desmarcado. El pase como principal medio táctico.
  • Del mismo modo intuitivo, el juego sin balón cobra especial relevancia. Además, al haber 4 atacantes aparece la noción de segunda línea de pase o juego lejos del balón. Intercambio de posiciones.
  • Los defensores pronto se dan cuenta de que no están en tanta inferioridad como en un 2x1 o un 3x2, ya que el espacio sigue siendo el mismo y cada vez hay menos para cada uno. Aun así, saben que si no corren a un lado y a otro el ataque pronto encontrará un tiro liberado. La actividad como única solución, pero efectiva.
  • La defensa de tres jugadores es fácil de comprender tácticamente. Un jugador debe encargarse de defender al que tiene el balón y los otros dos deben cubrir cada uno de los lados y responsabilizarse de las acciones que suceden en esa área. Puede ser defender una línea de pase, un corte o la propia ayuda al balón si este rebasa al compañero. Las responsabilidades son simples y están bien definidas.
  • Al mismo tiempo, este triángulo cambia de forma a gran velocidad, pudiendo ser necesario tener dos jugadores muy arriba y uno solo abajo, todos muy abiertos y corriendo de un lado a otro, o incluso saltando a un 2x1 en una esquina y debiendo recuperar al aro después. La variabilidad como factor positivo en el aprendizaje significativo.
  • Por último, cada ejercicio que hacemos en 4x3 nos sirve para mejorar una de las situaciones más recurrentes en nuestro juego. Tras saltar a un 2x1 en la primera media pista y el rival conseguir sacar el balón de allí, lo que queda en el resto del campo es un 4x3. Este lo debemos defender con una intención clara: retrasar la aparición de la desventaja hasta que el juego se iguale en 5x5. Trasferencia directa al juego real.


Así, cuando estamos entrenando con algún ejercicio basado en 4x3 y la defensa falla, podemos hacer una evaluación de lo que ha sucedido preguntando a los jugadores. Los recolocamos en las posiciones que ocupaban antes de que la ventaja se produjera, y luego vamos viendo qué responsabilidad tiene cada defensor sobre lo que va a pasar y discutimos sobre la relevancia de cada acción que se produjo. En defensa individual pura y en igualdad, cada defensor tiene el 100% de responsabilidad sobre su par. Pero cuando se encuentran en inferioridad, ¿qué hacemos con ese atacante de más? ¿Cómo nos repartimos su responsabilidad? ¿Podemos en un 4x3 hacer que cada defensor tenga el 100% de responsabilidad sobre un atacante y además el 33% del restante (repartirse al que sobra)? ¿Es esto práctico? ¿Cómo lo podemos solucionar? Las respuestas a estas preguntan llevarán el discurso hacia la necesidad de organizarse de otra manera, una basada en el espacio. Y quizá después de mucho ensayo y error, de mucha discusión y experimentación, podamos llegar a descubrir con los jugadores que hay ciertas reglas que nos pueden ayudar a defender mejor en inferioridad. Algunas de las que he ido recopilando en mis equipos y que he mantenido al trabajar las zonas son:

  1. Al jugador que lleva el balón hay que presionarle para que no pueda mirar lejos.
  2. El que defiende al que tiene la pelota tiene el 100% de responsabilidad sobre él. Igual que en defensa individual.
  3. La voz también sirve para defender, intercambiando información y disuadiendo a los atacantes de sus intenciones.
  4. Cuando se deja libre a un jugador para ir a por el del balón, hay que hacerlo cubriendo la línea de pase entre ambos. Como un portero de balonmano.
  5. Es prioritario defender a los jugadores que están involucrados en la acción presente del balón.
  6. Dentro de estos, es prioritario defender a los jugadores que van en dirección a canasta (cortes, interiores, penetraciones).
  7. Es mejor ir dos y pasarse de actividad que no ir ninguno.
  8. Si me rebasan, corro más y me engancho en la rotación defensiva.


Cuando el trabajo es mantenido en el tiempo y los jugadores aprenden a defender en triángulo, podemos seguir dos caminos diferentes. El primero sería introducir otro atacante y otro defensor (5x4) y trabajar por encontrar las diferencias con el 4x3. Por ejemplo, con cuatro defensores podremos tener ahora tres líneas de defensa diferentes: Defensa al balón, primeras líneas de pase (uno a cada lado) y defensa de apoyos largos. No obstante, no es la opción que yo suelo tomar. Tras el trabajo de 4x3 también podemos pasar a introducir una nueva solución estratégica previa a la defensa en zona: las defensas mixtas.

Sé que no es práctica habitual hacer defensas mixtas, menos en formación y menos aún antes de saber hacer una 2-3, pero yo lo veo como un recurso formativo poderosísimo. Al fin y al cabo consiste en simultanear las dos defensas que más tiempo suelo hacer en los entrenamientos: individual y triángulo. Desde el apartado pedagógico es un contenido perfectamente comprensible a los 15 o 16 años, y en el plano de la lógica interna, es ideal. Permite entrenar la defensa individual a una intensidad máxima, con líneas de pase a todo el campo y sin opción de ayudas fáciles. Además, obliga a los tres defensores en zona a abrirse y salir a todo el campo, haciendo que el triángulo gire en una y otra dirección. Recordad que el balón siempre debe estar defendido como si de individual se tratase, aun en el primer medio campo. Y por supuesto que los papeles de defensor en zona y defensor en hombre son intercambiables; incluso durante una misma posesión.

Seguramente estéis pensando que una defensa así no puede funcionar, que será un caos y que no sirve de mucho para aprender a hacer una 2-3 de libro. No debemos olvidar que el objetivo es crear un escenario que sirva para aprender. Y este escenario es un desorden a ordenar. Es una situación de alta incertidumbre pero que se basa en estrategias muy simples: por un lado, cada uno a uno; y por otro lado, uno al balón y dos por detrás. Es el continuo cambio de condiciones en el juego real lo que llevará a los jugadores a darse cuenta de que ambas defensas (la de los dos en hombre y la de los tres en triángulo) pueden colaborar también para mejorar su rendimiento. Así, por ejemplo, cuando un atacante de los defendidos en individual recibe el balón, el jugador del triángulo más cercano podrá saltar al 2x1. O cuando el mismo atacante reciba un bloqueo directo, podrá haber cambio defensivo con uno de los del triángulo.

Esto es un inicio fabuloso para descubrir las reglas especiales que puede tener cualquier defensa zonal. Aquellas reglas que dependen de la propia lógica de la estructura de la defensa.

En cuanto a esto último de la estructura o dibujo de las diferentes defensas zonales, también me he permitido reinterpretarlas bajo este prisma praxiológico. Y es que cualquier distribución de posiciones que se haga tendrá una misma idea común derivada de la lógica interna del juego: proteger lo mejor posible la zona de más riesgo, que es el aro. Las diferentes disposiciones que encontramos (1-3-1, 3-2, 1-2-2, etc.) diferirán en el cómo llevar a cabo este objetivo además de en las reglas de movimientos y opciones de atacar al ataque. Así, en unas se colocan más jugadores cerca del aro y en otras se bloquean los diferentes caminos con jugadores exteriores. En unas se concentran jugadores en el eje longitudinal y en otras se cubren las esquinas para el trap.

La notación que utilizamos habitualmente es numérica y se corresponde con la cantidad de jugadores que colocamos en cada línea, contando siempre desde el medio campo hacia el aro. Así, una 2-3 es una defensa en dos líneas que coloca 2 jugadores más cerca del medio campo y 3 más cerca del aro. La razón de explicar esta nomenclatura de nivel elemental en mitad de este artículo es porque creo que se trata de una denominación simple y práctica pero que puede confundir a la hora de comprender cómo funcionan las zonas. En nuestro deporte no hay una meta grande y extensa, y menos transversal. El aro es pequeño con relación al campo y eso hace que se pueda acceder a él desde casi 360 grados. O sin el casi. Y por esto las líneas defensivas en la práctica no son rectas sino curvas.

Como vemos en los diagramas 1, 2 y 3, las áreas defensivas son radiales y tienen el aro cerca de su centro. Podemos dividir la pista en tantos niveles como queramos, aunque más de tres no tiene mucho sentido. En la zona de rojo más intenso podemos colocar uno o dos defensores. Si tenemos tres capas disponemos de más combinaciones de distribución de jugadores. Además, como comentaba antes, estas zonas pueden priorizar el eje central del campo (diagrama 2) o pueden ensancharse y cubrir más espacio transversal que longitudinal (diagrama 3).

Si colocamos un solo jugador encargado de defender la zona 0 (el aro y los postes bajos), podremos situar a los otros 4 en el perímetro de forma radial, creando así una barrera de dos jugadores en línea desde cualquier ángulo de entrada. 

En el caso de que el balón no esté jugándose, y si hiciéramos una foto a vista de pájaro, el dibujo sería el correspondiente a una defensa zonal 2-3 (diagrama 4) o a una 2-2-1 (diagrama 5) si la línea exterior se alejase mucho del aro. No obstante, en cuanto el balón entre en juego, las líneas que delimitan las zonas de responsabilidad se curvarían hacia él. A diferencia del modelo tradicional de defensa en zona, aquí las líneas son elásticas y variables. La presencia de atacantes y sobretodo del balón son los principales agentes que modifican su dibujo. Véase diagrama 6.

En cuanto al balón, y desde el punto de vista de la construcción de una defensa en base a la lógica interna, su posición condiciona totalmente las responsabilidades de los defensores más cercanos. En el diagrama 7 he dibujado un triángulo que nace desde donde está el jugador con balón y que se extiende a ambos lados del defensor. Cada uno de los lados que salen del vértice del balón simbolizan las dos líneas de pase principales. Son la izquierda y la derecha del defensor que cubre al hombre con la pelota. Siempre deberá haber un defensor encargado de cada una de esas líneas por detrás del que cubre al balón.

Cuando el balón está en un espacio desde el que se puede pasar fácilmente a un espacio interior o desde el que se puede penetrar, el triángulo que marca la zona de acción próxima del balón se solapa con la zona 0 (la de la canasta) y ese espacio común se vuelve especialmente peligroso para la defensa. En ese caso el riesgo es tan elevado que el resto de acciones lejanas dejan de tener relevancia y todos los defensores deberán cerrar espacios y anticipar ayudas (diagrama 8).

Por último, si el balón llega hasta la zona 0, el triángulo que marcaba las líneas de pase desaparece y la prioridad se centra en quitar el máximo espacio posible al jugador que tiene la pelota. Será necesario que algún defensor del perímetro baje de la zona 1 a la 0 y ayude a su compañero con un 2x1 (diagrama 9).


Para terminar, me gustaría remarcar una vez más que todo lo aquí expuesto es una interpretación personal sobre cómo una estrategia defensiva puede establecer sus reglas de movimiento en función de la utilidad de los espacios. Y que el verdadero sentido que le doy a esto es elegir mis sistemas de juego en función de un criterio formativo que se base en la comprensión total de la lógica interna por parte de los jugadores. No opto por un camino fácil porque no creo que eso beneficie a los chavales. Los entrenadores nos llenamos la boca cuando pedimos que se juegue leyendo y que hagan poesía, pero a menudo les damos a leer una guía telefónica.

miércoles, 4 de febrero de 2015

La defensa zonal en formación. Parte I



Antes de entrar en materia he de aclarar a qué me refiero con baloncesto de formación, pues todo lo que aquí expongo se refiere únicamente a este ámbito. Así, yo distingo tres etapas o fases por las que la mayoría de deportistas pasan: iniciación deportiva, etapa de formación específica y deporte de rendimiento. Si bien cada una de ellas tiene unas características diferentes, no existe una frontera diferenciada que las separe en el desarrollo normal del deportista. Realmente se trata de un continuo que avanza desde el descubrimiento y familiarización con las especialidades deportivas hasta la especialización máxima en un entorno de rendimiento. El baloncesto de formación representa la zona intermedia de este continuo y abarca desde que el jugador comienza a percibir el entrenamiento como una oportunidad de mejora (y no solo de disfrute, como ocurre en la iniciación) hasta que decide que el grueso de su formación ha finalizado y se dedica al afinamiento de las capacidades que posee. Algunos jugadores nunca finalizan su fase de formación.

Una zona es una estrategia que se basa en repartir la responsabilidad defensiva entre los jugadores con un criterio de espacios o zonas. Tradicionalmente se entiende como una distribución estratégica de jugadores en unas posiciones más o menos estables y con unas funciones y reglas de movimiento específicas en cada posición. Esto da lugar a los diferentes dibujos como 2-3, 3-2, 1-3-1, etc.

Pero en un análisis más actual, o más práxiológico si se quiere hacer sonar pedante, una defensa en zona puede ser entendida como la distribución de responsabilidades en función de la utilidad del espacio que se ocupa. Y esto hace que el concepto de defensa zonal sea mucho más interesante.

La utilidad de un espacio está definido por muchos factores, algunos estructurales (tamaño, distancias entre jugadores, localización en el campo, tiempo disponible, etc.) y otros funcionales (intención estratégica del ataque, colaboraciones entre compañeros, nivel de riesgo asumible, objetivos defensivos, etc.).

Y lo más importante es que bajo este nuevo prisma, multitud de acciones habituales del juego pasan a regirse por criterios de defensa en zona. Por ejemplo, los balances defensivos; para distribuirse los roles durante un balance los jugadores deben tener en cuenta dónde están ellos en el momento de transición, dónde están sus compañeros y rivales, y cuánto riesgo se puede asumir, entendiendo este como la relación entre lo ofensivos (querer recuperar la pelota) y lo defensivos (proteger la canasta) que se pueden mostrar en la defensa.

Otro ejemplo es la defensa en inferioridad, en la que se vuelven a aplicar criterios en función del espacio ocupado y la intención del ataque. O las primeras, segundas y sucesivas rotaciones de ayuda. O la subida de líneas de pase tras un 2x1. O la defensa del rebote en los tiros libres.

No pretendo con esto cuestionar la nomenclatura usada para calificar si un equipo hace o no defensas zonales. Al fin y al cabo lo único relevante es si defienden todo lo anterior en base a los criterios adecuados.

Pero sí cabe plantearse si, entendiendo la defensa en zona bajo esta mirada constructivista, su trabajo en etapas de formación es necesario. O al menos, útil.

Los prejuicios que se tienen sobre las defensas en zonas en partidos de niños están, a mi entender, totalmente justificados. Y los únicos responsables de esto son los entrenadores desviados del objetivo formativo y ansiosos de obtener un resultado favorable en el marcador. Debemos estar en contra de estos planteamientos que, nuevamente según mi punto de vista, no erran en la elección de una estrategia defensiva como la zona sino en una omisión de aspectos anteriores a la estrategia, como son la actitud defensiva, el espíritu de sacrificio, la mentalidad competitiva de forzar el error, el amor por la técnica, y otros más bohemios, si cabe.

No nos engañemos, cuando un equipo de cadete preferente se refugia en una zona cerrada y pasiva, lo que falla no es la elección entre 2-3, 3-2 o individual. Esta última la harían igual de cerrados y pasivos que las dos primeras. Lo que falla es el paradigma deportivo. No se asumen retos ambiciosos sino que se escuda en las debilidades del rival. Ni siquiera las ataca.

Paradójicamente, en el caso contrario, aquellos equipos que defienden habitualmente en hombre, a toda la pista, presionando y forzando el error, cuando pasan a defender en zona no suelen ser capaces de mantener estos principios fundamentales de actitud defensiva anteriores a la estrategia. En el subconsciente colectivo se ha instaurado la idea de que una defensa en zona es menos activa que una individual. Pero no tiene porqué ser así. Se puede, y de hecho hay algún equipo por ahí que lo hace, plantear una defensa agresiva, que ataque al balón, que cierre líneas de pase y que salte al 2x1 en la primera media pista y que se distribuyan según un criterio de zonas y no de cada uno a uno.

De todas formas, si atendemos a otros criterios y no solo al praxiológico (lógica interna del deporte), como el pedagógico, veremos que en las primeras etapas es recomendable iniciar la defensa en individual. Hasta los 12 o 13 años los niños no han madurado lo suficiente como para manejar la complejidad estratégica del control del riesgo, la orientación espacio-temporal, o la semiótica de los movimientos del resto de jugadores. Una distribución de responsabilidades individual (en la que cada defensa se empareja con un atacante) es mucho más intuitiva y fácil de procesar. Será con esta defensa con la que se inicie el periodo de formación específica, y será con esta con la que se adquieran esos contenidos actitudinales mencionados que luego implementarán en las diferentes estrategias defensivas que aprendan.

Por el mismo criterio anterior, aspectos como la defensa del balance o las rotaciones en ayudas, con niños de menos de 13 años, no deberán estar organizadas en base a criterios complejos. Nuevamente los entrenadores hemos de huir del resultadismo y ser pacientes con la mejora de estas partes del juego. Distribuir roles fijos en un balance vuelve a ser un atajo para hacer rendir a quien no está preparado para ello.



FIN PARTE I