lunes, 22 de agosto de 2016

Si tienes que dejarlo



En los años que llevo dedicado al deporte he descubierto muchos recovecos de esta profesión que dificilmente se pueden comprender plenamente desde fuera. Entré en este mundo atraído por ciertas cosas que, con el paso del tiempo, han perdido mi interés. No obstante, otros aspectos que ni siquiera sabía que existían me mantienen con la pasión intacta. Uno de ellos es ver crecer a las personas.

He coincidido con miles de jugadores. Como es lógico, solo he conocido personalmente a unos cientos, y de estos, mantengo el contacto con unas pocas decenas. Pero creo que acumulo datos suficientes para extrapolar algunas conclusiones desde mi experiencia personal al mundo de la canasta en general. Son reflexiones acerca del abandono del baloncesto.

Cuando cojo un grupo nuevo suelo decirles que mi reto con cada uno de ellos tiene más que ver con cuánto tiempo se mantengan jugando que con cómo de alto lleguen a hacerlo. Si con cuarenta años siguen en la pista, yo seré feliz. Aún así, la mayor parte de los jugadores con los que estuve durante mis primeros diez años de entrenador -hace once ya- no siguen jugando ni están vinculados a este deporte de ninguna manera. Es así; es ley de vida. De los diez alevines que hoy forman un equipo, dentro de veinte años seis o siete ya no tendrán nada que ver con el baloncesto.

No obstante, mi reflexión principal tiene que ver con las razones de este abandono. He podido comprobar que existen tres causas bien diferenciadas y que suelen llevar a escenarios de vida futura muy distintos. 

Aquellos que lo dejan en contra de su voluntad. Sobretodo por lesión o incompatibilidad con el horario laboral. Estos casos son los más dolorosos. En caso de lesión, puede que encuentren otra forma de seguir vinculado.

Aquellos que lo dejan porque tienen una nueva pasión. El baloncesto es desbancado en la escala de preferencias y una nueva inquietud invade los pensamientos y requiere de los esfuerzos extra que antes iban a la pista. Su futuro suele ser igual de brillante y feliz que lo podría haber sido jugando al basket.

Y por último, aquellos que lo dejan sin tener nada mejor que hacer. Frustraciones, decepciones o simple aburrimiento hacen que se pierdan las ganas de forma paulatina hasta que ya no quedan. Este es el caso más peligroso según mi experiencia. Abandonar por no haber obtenido lo que pensabas que merecías es un error con mayúsculas. El futuro de aquellos que tiraron la toalla rara vez ha sido enriquecedor y saludable.

Sé que es raro y falto de fundamento, pero mi consejo es claro aquí: no es buena idea dejar el baloncesto por culpa del baloncesto. Si tienes que dejarlo, que sea por culpa de otra pasión.

jueves, 4 de agosto de 2016

Hacer deporte

Hacer deporte es mucho más de lo que crees. Si solo lo ves por la tele o vas de vez en cuando a algún partido, déjame que te diga que no sabes de qué se trata. Si crees que Cristiano Ronaldo, Messi, Gasol o Nadal son la máxima expresión del deportista, tú no sabes de la misa la mitad. Ellos son todos excelentes, sí. Pero lo son sobretodo en un solo aspecto del deporte. En uno que, en el fondo, no es tan importante: el rendimiento. Hacer deporte -ser deportista- te repito que es mucho más.

Hacer deporte es cuidarse. También es conocerse. Es buscar tu límite y superarlo. Es crecer más de lo que toca. Es sorprender y sorprenderse con los avances. Es llegar a comprender a tus ídolos y saber en tus huesos que no son mejores que tú en todo. Hacer deporte es soñar con dejar un legado... o un legadito.

Hacer deporte es renunciar a vivir sin él. Decir muchos noes y hacer muchos extras. Es barrer tu pista antes de entrenar y es compartir el agua con quien se la dejó en casa. Es integrar a los que son más jóvenes y saber respetar a los veteranos. Es aprender de cada entrenador, de cada compañero, de cada equipo.

Hacer deporte es vivir con energía. Es ser tan optimista como para pensar que durante el rato de práctica, uno puede aspirar a ser perfecto. Lo que como ciudadano es imposible, como deportista tiene todo el sentido.

La excelencia en el intento. Ese es el valor que aporta el deporte. Y con esta cualidad hay otras muchas superestrellas en nuestro entorno que no tienen contratos millonarios. ¡Bien por vosotros, DEPORTISTAS!