miércoles, 2 de octubre de 2013

Artículo vintage


En esta entrada he decidido sacar a luz uno de los primeros artículos que escribí hace ahora doce años. Era muy joven y, como mi gran amigo JuanVi me dijo una vez, muy dogmático. Ya me disculpareis.

La razón de ponerlo aquí y ahora no es simple. Quería homenajear de alguna forma el proceso por el que los entrenadores pasamos durante toda nuestra vida deportiva formando nuestro carácter y nuestro estilo. A veces vamos de un extremo al otro del péndulo de la metodología, y sabemos que en el centro está la virtud, pero nadie nos dice nunca dónde queda ese preciado término medio.




1.550 RECETAS DE TARTAS Y DE JUGADORES DE BASKET



Está claro que el título del artículo no es de los más técnicos que se pueda encontrar, pero si estás leyendo estas líneas, habrá cumplido su función. Éste es un texto sencillo donde me gustaría reflejar de forma amena mi concepto personal de lo que es la formación progresiva de un jugador de baloncesto. Además pretendo hacer una crítica a la explotación prematura de jóvenes con el único fin de aumentar el rendimiento del equipo en la competición. He decidido compararlo con una receta culinaria para representar metafóricamente unos aspectos concretos con el fin de hacerlo más gráfico y divertido. Por otra parte he de decir que soy entrenador de baloncesto pero no soy repostero, por lo que puede ser que los detalles de las recetas que exprese no sean del todo “digeribles”, pero es la comparación lo que realmente nos ocupa.


          Empezaremos con alguna idea general sobre la elaboración de tartas. Por ejemplo, los constituyentes del dulce, o sea, los ingredientes, son unos específicos para cada tipo de tarta, en unas proporciones exactas y mezclados en un orden concreto con técnicas muy precisas. Pues bien, estos ingredientes en los jugadores son todas aquellas cosas le forman técnica, táctica, física y psicológicamente. Son diferentes para cada tipo de jugador y su aprendizaje se realiza en un orden concreto y bajo unas técnicas metodológicas adecuadas. Todo esto es sinónimo del principio de individualidad de la metodología. Cada jugador es diferente y por tanto, si queremos que llegue a alcanzar su máximo tendremos que prepararle un plan específico personal (equivalente a la receta propia de cada postre).


          Así, otra metáfora apropiada es: ¿qué hace que una tarta sea buena? En primer lugar, la calidad de sus ingredientes, que no la cantidad de los mismos. Recuerdo ahora una tarta buenísima que hacía mi madre sólo con galletas y chocolate. Y en segundo lugar, la calidad de la preparación, la cual depende del hacedor. Sobre este punto haré mención más tarde. Así mismo, trasladando el ejemplo a nuestro deporte, diré que la calidad de un jugador depende de la calidad de sus conocimientos (no tanto del número de éstos) y de la perfecta integración de los mismos al juego real, la cual está íntimamente relacionada con su proceso de aprendizaje. Es por todo esto que el entrenador tiene un papel fundamental en la formación, ya que es el planificador de las estrategias  a seguir para educar deportivamente y es, en gran medida, transmisor de conocimientos. Nuestro papel como chef en la elaboración de jugadores es decisivo para el sabor final del pastel.


          Volviendo a la idea de la forma de intervención del hacedor, diremos que cuantas más tartas prepare el cocinero, mejor le saldrán las siguientes, siempre y cuando aprenda de sus errores. Es triste pero es así. Cualquier repostero necesita equivocarse en muchas tartas para que le salga alguna bien. Por suerte, aún cuando se cometen errores graves, hay ciertas tartas que sí salen buenas. Éstas, sin duda, sobreviven gracias a la excelente calidad de sus ingredientes.


          La última comparación que voy a plantear es la más esclarecedora y concluyente. Algo que todo cocinero sabe es que la tarta no estará preparada y con su sabor óptimo hasta que no haya concluido definitivamente su proceso de elaboración. El maestro culinario no pretende que el suculento postre sepa bien desde el mismo momento que empieza a confeccionarlo. Él sabe que, aunque lo pruebe mientras lo hace a modo de feed-back, el sabor que se busca no llegará hasta el final, una vez haya reposado, la hayan horneado o congelado. Así, a un jugador no se le puede pedir que cumpla su finalidad (ser productivo, ganar partidos, meter más canastas, etc) hasta que no haya madurado. Un joven no termina nunca su formación, pero sí llega a un punto en el que está mucho más definido. He aquí la idea más importante del artículo. En las edades de formación, lo que hay que perseguir es esto mismo, la formación. Todo entrenador puede aplicar recursos que para aumentar el rendimiento de su equipo de cara a la competición, pero esas estrategias siempre van en detrimento de la formación máxima, a pesar de obtener excelentes resultados a muy corto plazo. En definitiva, si nos saltamos pasos en la elaboración de una tarta, seguramente la terminaremos en mucho menos tiempo, pero su calidad estará claramente disminuida. Buen provecho!!!.
  
Andreu Rodilla
 Alicante a 6 de Marzo de 2001

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