viernes, 11 de octubre de 2013

Las dimensiones del entrenador



El trabajo de entrenador deportivo de formación no está, para nada, bien considerado socialmente. A pesar de ello no pretendo hacer aquí una reivindicación en ese sentido. Tal y como yo lo veo, cuando alguien dice una expresión como la que yo he empleado al comienzo del texto parece insinuar que los culpables de dicho desprestigio sean los componentes de la propia sociedad. Nada más lejos. No creo que se avance nada buscando culpables. Yo quiero reflexionar sobre las causas.

La primera que me gustaría indicar es muy sencilla en su concepto. Hay muchas otras profesiones tan o más trascendentes que tampoco son reconocidas socialmente como deberían. Digamos que si hiciéramos un ranking de popularidad con todos los trabajos posibles, los entrenadores estaríamos en la mitad inferior casi seguro, compartiendo estatus con otras como operadores de telefonía móvil, esteticistas, cajeros o músicos. Y todos ellos pensarán lo mismo que nosotros. Pero no todos podemos ascender. Eso es imposible en un ranking.

La segunda causa, la principal para mí, es el desconocimiento generalizado de la profundidad de nuestro quehacer. A todos os habrá pasado que, en alguna fiesta o reunión, cuando alguien os ha preguntado a qué os dedicáis, la reacción habitual al oír la respuesta sea volver a preguntar ¿Y no haces nada más? Me imagino que la razón de esto tiene que ver con los bajos salarios que habitualmente percibimos o con la idea de que solo entrenamos unas pocas horas al día, frente a las ocho habituales de los trabajadores de verdad. O quizá con una necesidad de realización personal a través del trabajo que no se puede saciar haciendo botar una pelota. En definitiva, la simplificación de nuestra tarea a dinero, horas o tareas.

Yo quiero ofrecer aquí una visión del trabajo de entrenador de formación a partir de las diferentes dimensiones que ocupa ese rol dentro de un equipo. La autopsia que voy a realizar no es la propia ni la de nadie. Es la de quien quiera verse, en parte o en todo.


Entrenador como modelo


Dependiendo de la edad y el momento de maduración de los niños que entrenemos, debemos conocer el papel que juega para su desarrollo el establecimiento de modelos de conducta. En las edades propias del minibasket, infantil y cadete suele darse el tránsito de este modelo de dentro de la casa a fuera de ella. La referencia de conducta hasta ese momento han sido los padres, pero con el comienzo de adolescencia se traslada a un referente similar, adulto, pero alejado de las normas familiares. En los chicos que hacen deporte, su entrenador suele ser un espejo donde mirarse para saber cómo quieren ser ellos. A partir de la edad junior el foco se vuelve a trasladar buscando modelos entre sus iguales. Aquí los líderes del equipo asumen ese papel.





Entrenador como científico


La pista es nuestro laboratorio. Combinamos, dividimos, rediseñamos y construimos. Sometemos a prueba nuestras hipótesis, recalibramos cuando algo no encaja. Creamos nuestras propias teorías y buscamos demostrarlas para poder formularlas como leyes.
Además, los que nos aproximamos a metodologías constructivistas asumimos el reto de dejar entrar a los jugadores en ese laboratorio. Les mostramos el instrumental y trabajamos juntos en inventos inverosímiles. 



Entrenador como estratega


Es evidente que desarrollamos este rol, pero no siempre conocido en qué se fundamenta. Para dominar la estrategia del juego es necesario conocer los elementos que lo componen, las funciones y relaciones entre éstos y tener una opinión crítica sobre cada situación posible. Requiere de control del riesgo y de mecanismos de anticipación. Todo entrenador sabe que para jugar bien no basta con repetir lo que otros equipos hacen. Sabemos de la importancia de rediseñar y adaptar. Somos creadores de estrategias únicas.

Asimismo, nosotros nos encargamos de una parte de las ciencias de la actividad física y el deporte que sirve de base para el resto: la táctica. Ésta suele ser una rama tapada por las demás pero proveniente de la misma semilla que nos define, las reglas del juego. Y quienes la riegan, abonan y trasplantan somos los entrenadores.





Entrenador como equilibrista


Él dirige el autobús del equipo. Normalmente decide el destino, traza la ruta, conduce casi siempre, sobre todo en los tramos de más curvas, y lo más importante, atiende a las necesidades de cada miembro del equipo. A veces basta con hacer algo simple y alguien sale ganando. Otras veces lo difícil es saber qué conviene hacer. La mayoría no siempre tiene la razón y lidiar con las minorías puede ser lo peor. Como en todo sistema, cuando intentamos mejorar las condiciones de uno de los elementos, los otros se ven afectados. Mantener el equilibrio es una destreza que se aprende con los años.



Entrenador como maestro


Quizá por mi retardada y floreciente vocación de aulas he decidido dejar esta dimensión para el final. Quizá también porque era necesario exponer lo anterior para concluir que nuestro papel como educadores es primordial. Tanto por nuestro enganche con los jugadores, como por las posibilidades pedagógicas de la materia que impartimos en las pistas, como por la obligación moral contraída como líderes de un grupo, debemos tomarnos con responsabilidad nuestro quehacer.


La finalidad de la educación es preparar para la vida. Para una vida que no sabemos cómo será. Aprender es una capacidad consustancial al ser humano y la escuela, a veces, no sabe transmitir lo poderoso y apasionante de esta idea. Nosotros, en la cancha, hacemos trivialidades cargadas de moralejas. Pero se necesita una actitud positiva de aprendizaje para aprovecharlas. Conseguir que nuestros jugadores aprendan baloncesto es solo el principio. De normal vamos más allá, lo sepamos o no, cuando les enseñamos algo de historia viendo juntos Gladiator, o les hablamos de la inercia cuando entrenamos las paradas. Leemos pasajes de obras literarias, les preguntamos sobre cuestiones éticas o filosóficas, o les explicamos fisiología cuando se lesionan el tobillo y corremos a por hielo. Les enseñamos, queramos o no, una forma de pensar y un método de aprender, una actitud con la que enfrentarse a los momentos difíciles y una razón por la que estar unidos.   

1 comentario:

  1. M'agradat molt aquest article i m'ha fet vore del "perque" del temps que dedique al món del bàsquet. Enhorabona, Andreu.

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