sábado, 19 de septiembre de 2015

Prohibiendo prohibido prohibir

Permítanme los mayosesentayocheros la licencia del encabezado, que no por jugar uno con las palabras puede descuidar el mensaje. Soy prácticamente todo un firme defensor del cuestionamiento de la autoridad per se y blablablá… No, en serio, sí soy practicante del liderazgo que propone y no que impone, pero tengo mis matices. Mis sombras, lo llamarían los puristas de la metodología abierta y global. Y es que yo no soy un teórico ni un revolucionario. Yo soy entrenador. Y por encima de mis ideales pedagógicos está mi compromiso de velar por la integridad del grupo y por el aprovechamiento del tiempo que los jugadores ofrecen. Y la buena dinámica nace en el respeto y la confianza. Pero no en la versión cursi de cada una de esas dos palabras. En la más ruda y soez. El respeto del que os hablo se gana con cada vuelta de tuerca que se da a tiempo. Y para apretar ciertas tuercas en ciertos momentos tensos, física y emocionalmente, hay que hacer mucha, mucha fuerza. Por otro lado, la confianza no se debe confundir con confidencia. No es necesaria una amistad para generar la creencia en los otros de que estás capacitado y motivado para hacerles subir de nivel.

Cuando trabajas a partir de la toma de decisiones, del juego abierto que obliga a pensar, el respeto ante las soluciones que proponen los demás es fundamentales. Para generar estas dinámicas se debe crear un clima de confianza en el que los jugadores no se sientan piezas de ajedrez movidas por la gran mano, sino los mismísimos Vengadores reunidos con el propósito de salvar a la humanidad, armados con diferentes súper poderes y con un algo personal que los hace únicos… -Vale, quizá la metáfora se me ha ido de las manos, pero seguro que captas la idea.-

Lo que vengo a decir es que para que todo esto pueda darse en la pista es necesario que exista un código compartido por entrenadores y jugadores, como deportistas con mayúsculas. Podría tratarse de un código ético, que nos dicta desde nuestro interior cuál es la conducta adecuada en cada circunstancia, pero yo lo veo más como un código de circulación. 

Cuando vamos con el coche siempre debemos seguir dos reglamentos: el de tráfico y el del manual del coche. Para conocer el primero es necesario saber reconocer unas decenas de señales de tránsito. Entre ellas, el ceda el paso y el stop. Ambas pertenecen al grupo de las obligaciones. Pero hay una diferencia enorme entre ellas desde el plano metodológico. El stop te obliga a realizar una acción determinada: detener el vehículo. El ceda, en cambio, te otorga la responsabilidad de decidir qué debes hacer con tu coche con el objetivo de no interferir en el paso de otros vehículos. Podríamos decir que el Ceda es constructivista y el stop es un mando directo.


Y aquí mi reflexión la cual ocasionó el título del artículo: ¿no preferís un código de circulación con stops? Yo sí, sin duda. Y es que si alguien versado en temas de accidentes ha decidido que es mejor que en ese sitio yo no tome ninguna decisión y que obedezca sin rechistar deteniendo mi vehículo, yo que tengo confianza en él, le hago caso. Por mi bien y por el de la dinámica general. Así que, sí. En ciertos casos me he visto delante de mis jugadores prohibiendo prohibido prohibir.

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