domingo, 27 de septiembre de 2015

La técnica individual en la categoría senior



Si eres lector habitual de este blog ya sabes que la toma de decisiones, la táctica, la estrategia y en definitiva, todo el proceso mental que supone jugar al baloncesto suele ser el eje de mis comentarios técnicos. Me gusta remarcar la importancia de que las acciones deben responder a intenciones concretas, y que, por tanto, los métodos de mejora en los entrenamientos no deben separar este binomio intención-acción.

No obstante, esta postura constructivista puede dar la impresión de no valorar el papel de las ejecuciones en su justa medida en un deporte en el que la precisión y la velocidad son primordiales, y por esto antes de defender su conveniencia en jugadores senior, me gustaría aclarar qué es la técnica para mí.

Como definición breve diría que es aquel área encargada de la motricidad, el cual incluye el control del cuerpo y del balón. Y si me pudiera extender añadiría la importancia que tiene el control del espacio específico de juego, de las orientaciones, de los tiempos de acción, de la variación del foco de atención interna y externa durante las ejecuciones y, sobretodo, de la estabilidad y el equilibrio. Pero resulta que todas estas partes dependen a su vez de otras que ya no está tan claro que sean exclusivamente de carácter coordinativo. El conocimiento del juego, o dicho de otra forma, la experiencia, juega un papel fundamental en la anticipación, lo que condiciona la elección de las acciones a ejecutar y los micro ajustes que se realizan durante el propio movimiento. Se trata de la transformación de la técnica general en la técnica específica. Esta especialización permite al jugador experimentado reconocer un sinfín de escenarios parciales del juego con reglas específicas que ayudan a predecir las respuestas de los rivales. Se trata de aprendizajes que se encuentran muy alejados de la visión clásica de la técnica individual, que descartan los modelos únicos de ejecución y que precisan de un aprendiz con un cierto nivel de conocimiento del juego. Es una técnica evolucionada y diferente de la que encontramos en el baloncesto de iniciación.

Según mi punto de vista, la mejora de la motricidad debe pasar por diferentes etapas en la formación de los jugadores. En los primeros años de actividad deportiva la psicomotricidad es fundamental. Aquí se deben desarrollar aspectos como el esquema corporal, la autoimagen o la expresividad. Conforme el niño crece física y mentalmente puede mejorar el uso de las habilidades motrices básicas (saltos, giros, desplazamientos, etc.) mediante el entrenamiento en Minibasket. El adjetivo “básicas” quiere recordarnos que serán la base sobre la que se edificarán los esquemas motores complejos en los que estas habilidades se combinan y se transforman. Es una etapa en la que no se debería llamar trabajo al trabajo ni técnica a la técnica. Mejor sería considerarlo una fase de continua exploración, ampliación y variabilidad. A diferencia de los modelos tradiciones, esta visión no ve la necesidad de tener a los niños de diez, once y doce años repitiendo el bote lateral con la mano izquierda, fuerte y separado del cuerpo, al tiempo que dicen en voz alta el número de dedos que su entrenador está mostrando. Existen otras maneras más interesantes de desarrollar la lateralidad y ninguna prisa por conseguir que ese niño domine un tipo de bote que todavía no sabe ubicar en sus partidos. Es preferible dedicar el tiempo a ampliar la riqueza motriz y prepararle para que, en un futuro, sepa moldear su movimiento en función de las exigencias del entorno. Así, en lugar de aprender hoy el látigo de Bodiroga, será mejor ponerle a jugar esquivando tiburones y salvando náufragos para que el día de mañana pueda aprender ese y otros muchos recursos específicos de bote de desmarque. 

Es común oír que cuando los jugadores llegan a la adolescencia y dan el cambio físico es cuando se acaba la fase sensible de la mejora motriz. Algo de verdad tiene esta sentencia, pero menos de lo que se cree. Sí es verdad que aspectos como la plasticidad, el ritmo o el control postural son mucho más difíciles de trabajar en adolescentes debido a cambios neuroquímicos propios de la edad, pero que sus brazos y piernas sean más largos y su peso corporal aumente bruscamente en poco tiempo, no hace que se pierdan las capacidades básicas adquiridas. La riqueza motriz sigue estando presente en aquellos que antes de la pubertad tuvieron una buena educación física. Sí será necesario un tiempo de readaptación en el que la eficiencia se verá disminuida, pero no se habrán dado pasos hacia atrás. Todo lo contrario. Aquellos niños bien entrenados verán sus tiempos de adaptación reducidos.

Más adelante, en los primeros años de madurez, es cuando las capacidades físicas dependientes de la fuerza se vuelven prioritarias. Además, la complejidad táctica del juego ya permite un reparto del espacio adecuado para la aplicación de recursos individuales en sus tiempos y ritmos adecuados. Con unos jugadores preparados muscularmente para forzar la maquinaria, aquí se abre otra gran ventana para el trabajo de la técnica. En concreto, de aquella específica de la que antes os hablaba. Será el momento de las repeticiones conscientes, de las horas  de 1x0 y del afinamiento de los gestos de precisión. Con dieciocho años ya se suele tener el conocimiento del juego suficiente como para poder autoentrenarse. Corregirse aspectos como la tensión, la fuerza en los contactos, los tiempos de reacción… Además, a diferencia de la etapa infantil, la capacidad atencional del adulto ya está totalmente desarrollada, y poder dirigir el foco hacia lo verdaderamente importante es una condición necesaria en la mejora técnica.

Por último, los jugadores senior de más de veinte, incluso aquellos con veinte más de veinte, no deben pensar que ya no pueden mejorar sus gestos. Cada año vemos movimientos nuevos en los sistemas de juego; diferentes maneras de abordar un problema. Y vemos como los entrenadores cada vez hilamos más fino, creando espacios donde nunca los hubo e inventando nuevas formas de obtener ventaja. No importa el tiempo que lleves jugando, si has pasado por varios entrenadores diferentes sabes que existen baloncestos diferentes, y cada uno tiene sus gestos. Un año necesitas saber continuar en pop un bloqueo directo lateral entre el 4 y el 5 y otro necesitas ganar un ángulo diferente de pase para esa subida en el triángulo. Ataques a zona que no se pueden hacer sin saber dividir y pasar en mano a mano y salidas de presión con bloqueos ciegos en medio campo. Defensas con push, con flash, con trap o con bump. Y el baloncesto sigue y sigue… Y si en senior no entrenamos la técnica de estas situaciones, no sé cuándo lo vamos a hacer.

Yo organizo mi tiempo de entrenamiento en función de la naturaleza de los objetivos. Asigno porcentajes a las áreas coordinativas, cognitivas y psicológicas en la planificación de ciclos. Busco tareas que se ajusten a esos porcentajes y trato de hacer una evolución a lo largo del ciclo donde pasamos del aprendizaje técnico al competitivo. Así, hay semanas en las que el mayor volumen de trabajo recae en aprender los espacios de juego y los ángulos que determinado medio táctico utiliza, otras en las que el protagonismo se lo lleva el correcto uso del cuerpo en los bloqueos, y otras donde lo importante es ganar usando el pick and roll. Pero en todas las semanas tenemos objetivos técnicos, tácticos y estratégicos. Sería imposible llegar a jugar bien lo que dibujo en la pizarra si no hemos afinado las herramientas técnicas que lo conforman.

Los mejores jugadores que conozco y con los que he podido compartir pista saben esto. Piden a sus entrenadores que les enseñen a hacer ese determinado gesto un poquito mejor, o más rápido, o de otra forma. Y nunca, nunca, les he oído decir que ellos ya están mayores para mejorar técnicamente. 

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