viernes, 25 de octubre de 2013

La Orla Me Cae Encima

La ley LOMCE, que estoy leyendo despacio, es un compendio de párrafos donde la primera frase es correcta, casi obvia, y las sucesivas son falsas. A menudo porque el que ha tenido que dar forma escrita a la idea que ha oído a otros no comprende realmente lo que eso significa. O sea, sabe redactar y eso... pero no conoce a fondo estas palabras: educar, aprender, enseñar.

Otras veces lo que sigue a la primera frase es falso porque tergiversan la verdad para salir beneficiados, ya sea teniendo más control sobre los ciudadanos, ya sea asegurándose la perpetuación del sistema actual.

Por último, lo que más me asusta de este texto, es la clara y descarada forma que tiene de contradecirse. Puede ser dentro del mismo capítulo, del mismo artículo e incluso del mismo párrafo. Evidentemente los autores no consideran dicha contradicción como tal, pero suele ser porque, nuevamente, malinterpretan sus primeras afirmaciones del párrafo. Y donde dicen excelencia y potencial ellos entienden calificación numérica y triunfo personal. Pedagógicamente significan conocimiento personal y exploración de los límites. Y casi todo lo que proponen va en contra de estas dos cosas.


viernes, 11 de octubre de 2013

Las dimensiones del entrenador



El trabajo de entrenador deportivo de formación no está, para nada, bien considerado socialmente. A pesar de ello no pretendo hacer aquí una reivindicación en ese sentido. Tal y como yo lo veo, cuando alguien dice una expresión como la que yo he empleado al comienzo del texto parece insinuar que los culpables de dicho desprestigio sean los componentes de la propia sociedad. Nada más lejos. No creo que se avance nada buscando culpables. Yo quiero reflexionar sobre las causas.

La primera que me gustaría indicar es muy sencilla en su concepto. Hay muchas otras profesiones tan o más trascendentes que tampoco son reconocidas socialmente como deberían. Digamos que si hiciéramos un ranking de popularidad con todos los trabajos posibles, los entrenadores estaríamos en la mitad inferior casi seguro, compartiendo estatus con otras como operadores de telefonía móvil, esteticistas, cajeros o músicos. Y todos ellos pensarán lo mismo que nosotros. Pero no todos podemos ascender. Eso es imposible en un ranking.

La segunda causa, la principal para mí, es el desconocimiento generalizado de la profundidad de nuestro quehacer. A todos os habrá pasado que, en alguna fiesta o reunión, cuando alguien os ha preguntado a qué os dedicáis, la reacción habitual al oír la respuesta sea volver a preguntar ¿Y no haces nada más? Me imagino que la razón de esto tiene que ver con los bajos salarios que habitualmente percibimos o con la idea de que solo entrenamos unas pocas horas al día, frente a las ocho habituales de los trabajadores de verdad. O quizá con una necesidad de realización personal a través del trabajo que no se puede saciar haciendo botar una pelota. En definitiva, la simplificación de nuestra tarea a dinero, horas o tareas.

Yo quiero ofrecer aquí una visión del trabajo de entrenador de formación a partir de las diferentes dimensiones que ocupa ese rol dentro de un equipo. La autopsia que voy a realizar no es la propia ni la de nadie. Es la de quien quiera verse, en parte o en todo.


Entrenador como modelo


Dependiendo de la edad y el momento de maduración de los niños que entrenemos, debemos conocer el papel que juega para su desarrollo el establecimiento de modelos de conducta. En las edades propias del minibasket, infantil y cadete suele darse el tránsito de este modelo de dentro de la casa a fuera de ella. La referencia de conducta hasta ese momento han sido los padres, pero con el comienzo de adolescencia se traslada a un referente similar, adulto, pero alejado de las normas familiares. En los chicos que hacen deporte, su entrenador suele ser un espejo donde mirarse para saber cómo quieren ser ellos. A partir de la edad junior el foco se vuelve a trasladar buscando modelos entre sus iguales. Aquí los líderes del equipo asumen ese papel.





Entrenador como científico


La pista es nuestro laboratorio. Combinamos, dividimos, rediseñamos y construimos. Sometemos a prueba nuestras hipótesis, recalibramos cuando algo no encaja. Creamos nuestras propias teorías y buscamos demostrarlas para poder formularlas como leyes.
Además, los que nos aproximamos a metodologías constructivistas asumimos el reto de dejar entrar a los jugadores en ese laboratorio. Les mostramos el instrumental y trabajamos juntos en inventos inverosímiles. 



Entrenador como estratega


Es evidente que desarrollamos este rol, pero no siempre conocido en qué se fundamenta. Para dominar la estrategia del juego es necesario conocer los elementos que lo componen, las funciones y relaciones entre éstos y tener una opinión crítica sobre cada situación posible. Requiere de control del riesgo y de mecanismos de anticipación. Todo entrenador sabe que para jugar bien no basta con repetir lo que otros equipos hacen. Sabemos de la importancia de rediseñar y adaptar. Somos creadores de estrategias únicas.

Asimismo, nosotros nos encargamos de una parte de las ciencias de la actividad física y el deporte que sirve de base para el resto: la táctica. Ésta suele ser una rama tapada por las demás pero proveniente de la misma semilla que nos define, las reglas del juego. Y quienes la riegan, abonan y trasplantan somos los entrenadores.





Entrenador como equilibrista


Él dirige el autobús del equipo. Normalmente decide el destino, traza la ruta, conduce casi siempre, sobre todo en los tramos de más curvas, y lo más importante, atiende a las necesidades de cada miembro del equipo. A veces basta con hacer algo simple y alguien sale ganando. Otras veces lo difícil es saber qué conviene hacer. La mayoría no siempre tiene la razón y lidiar con las minorías puede ser lo peor. Como en todo sistema, cuando intentamos mejorar las condiciones de uno de los elementos, los otros se ven afectados. Mantener el equilibrio es una destreza que se aprende con los años.



Entrenador como maestro


Quizá por mi retardada y floreciente vocación de aulas he decidido dejar esta dimensión para el final. Quizá también porque era necesario exponer lo anterior para concluir que nuestro papel como educadores es primordial. Tanto por nuestro enganche con los jugadores, como por las posibilidades pedagógicas de la materia que impartimos en las pistas, como por la obligación moral contraída como líderes de un grupo, debemos tomarnos con responsabilidad nuestro quehacer.


La finalidad de la educación es preparar para la vida. Para una vida que no sabemos cómo será. Aprender es una capacidad consustancial al ser humano y la escuela, a veces, no sabe transmitir lo poderoso y apasionante de esta idea. Nosotros, en la cancha, hacemos trivialidades cargadas de moralejas. Pero se necesita una actitud positiva de aprendizaje para aprovecharlas. Conseguir que nuestros jugadores aprendan baloncesto es solo el principio. De normal vamos más allá, lo sepamos o no, cuando les enseñamos algo de historia viendo juntos Gladiator, o les hablamos de la inercia cuando entrenamos las paradas. Leemos pasajes de obras literarias, les preguntamos sobre cuestiones éticas o filosóficas, o les explicamos fisiología cuando se lesionan el tobillo y corremos a por hielo. Les enseñamos, queramos o no, una forma de pensar y un método de aprender, una actitud con la que enfrentarse a los momentos difíciles y una razón por la que estar unidos.   

miércoles, 2 de octubre de 2013

Artículo vintage


En esta entrada he decidido sacar a luz uno de los primeros artículos que escribí hace ahora doce años. Era muy joven y, como mi gran amigo JuanVi me dijo una vez, muy dogmático. Ya me disculpareis.

La razón de ponerlo aquí y ahora no es simple. Quería homenajear de alguna forma el proceso por el que los entrenadores pasamos durante toda nuestra vida deportiva formando nuestro carácter y nuestro estilo. A veces vamos de un extremo al otro del péndulo de la metodología, y sabemos que en el centro está la virtud, pero nadie nos dice nunca dónde queda ese preciado término medio.




1.550 RECETAS DE TARTAS Y DE JUGADORES DE BASKET



Está claro que el título del artículo no es de los más técnicos que se pueda encontrar, pero si estás leyendo estas líneas, habrá cumplido su función. Éste es un texto sencillo donde me gustaría reflejar de forma amena mi concepto personal de lo que es la formación progresiva de un jugador de baloncesto. Además pretendo hacer una crítica a la explotación prematura de jóvenes con el único fin de aumentar el rendimiento del equipo en la competición. He decidido compararlo con una receta culinaria para representar metafóricamente unos aspectos concretos con el fin de hacerlo más gráfico y divertido. Por otra parte he de decir que soy entrenador de baloncesto pero no soy repostero, por lo que puede ser que los detalles de las recetas que exprese no sean del todo “digeribles”, pero es la comparación lo que realmente nos ocupa.


          Empezaremos con alguna idea general sobre la elaboración de tartas. Por ejemplo, los constituyentes del dulce, o sea, los ingredientes, son unos específicos para cada tipo de tarta, en unas proporciones exactas y mezclados en un orden concreto con técnicas muy precisas. Pues bien, estos ingredientes en los jugadores son todas aquellas cosas le forman técnica, táctica, física y psicológicamente. Son diferentes para cada tipo de jugador y su aprendizaje se realiza en un orden concreto y bajo unas técnicas metodológicas adecuadas. Todo esto es sinónimo del principio de individualidad de la metodología. Cada jugador es diferente y por tanto, si queremos que llegue a alcanzar su máximo tendremos que prepararle un plan específico personal (equivalente a la receta propia de cada postre).


          Así, otra metáfora apropiada es: ¿qué hace que una tarta sea buena? En primer lugar, la calidad de sus ingredientes, que no la cantidad de los mismos. Recuerdo ahora una tarta buenísima que hacía mi madre sólo con galletas y chocolate. Y en segundo lugar, la calidad de la preparación, la cual depende del hacedor. Sobre este punto haré mención más tarde. Así mismo, trasladando el ejemplo a nuestro deporte, diré que la calidad de un jugador depende de la calidad de sus conocimientos (no tanto del número de éstos) y de la perfecta integración de los mismos al juego real, la cual está íntimamente relacionada con su proceso de aprendizaje. Es por todo esto que el entrenador tiene un papel fundamental en la formación, ya que es el planificador de las estrategias  a seguir para educar deportivamente y es, en gran medida, transmisor de conocimientos. Nuestro papel como chef en la elaboración de jugadores es decisivo para el sabor final del pastel.


          Volviendo a la idea de la forma de intervención del hacedor, diremos que cuantas más tartas prepare el cocinero, mejor le saldrán las siguientes, siempre y cuando aprenda de sus errores. Es triste pero es así. Cualquier repostero necesita equivocarse en muchas tartas para que le salga alguna bien. Por suerte, aún cuando se cometen errores graves, hay ciertas tartas que sí salen buenas. Éstas, sin duda, sobreviven gracias a la excelente calidad de sus ingredientes.


          La última comparación que voy a plantear es la más esclarecedora y concluyente. Algo que todo cocinero sabe es que la tarta no estará preparada y con su sabor óptimo hasta que no haya concluido definitivamente su proceso de elaboración. El maestro culinario no pretende que el suculento postre sepa bien desde el mismo momento que empieza a confeccionarlo. Él sabe que, aunque lo pruebe mientras lo hace a modo de feed-back, el sabor que se busca no llegará hasta el final, una vez haya reposado, la hayan horneado o congelado. Así, a un jugador no se le puede pedir que cumpla su finalidad (ser productivo, ganar partidos, meter más canastas, etc) hasta que no haya madurado. Un joven no termina nunca su formación, pero sí llega a un punto en el que está mucho más definido. He aquí la idea más importante del artículo. En las edades de formación, lo que hay que perseguir es esto mismo, la formación. Todo entrenador puede aplicar recursos que para aumentar el rendimiento de su equipo de cara a la competición, pero esas estrategias siempre van en detrimento de la formación máxima, a pesar de obtener excelentes resultados a muy corto plazo. En definitiva, si nos saltamos pasos en la elaboración de una tarta, seguramente la terminaremos en mucho menos tiempo, pero su calidad estará claramente disminuida. Buen provecho!!!.
  
Andreu Rodilla
 Alicante a 6 de Marzo de 2001