martes, 22 de febrero de 2011

Dos caras


Hoy tengo dos caras, y no sé cuál escoger. Siquiera sé si me dejan elegir.

CARA A

He cumplido treinta años este mes. Y sí, noto que me hago viejo. Espero que los mayores de treinta que estéis leyendo esto no hayáis caído en la tentación de pensar que estoy exagerando. No pretendo compararme con nadie más que conmigo mismo. Y ante eso no podréis quitarme la razón: Soy más viejo que el año pasado y encima lo noto. Pero no es este tema el que me divide. Aquí solo (sin acento) tengo una cara. Pero esto sí que me da para explicar algo qué he aprendido en este tiempo: ¡A tragar!.

Sobretodo en mi vida profesional he sufrido bastantes situaciones de estrés. No mío, sino circunstancial. Conflictos con los que lidiar de índole ética, moral o como queráis llamarlos. Y cuando recuerdo mis sensaciones y reflexiones de las primeras veces ( conflictivas, se entiende.) me doy cuenta que he adquirido una nueva habilidad: La ya antes mencionada tragar. No quiero que malinterpretéis. No es que me haya vuelto un culo fácil. Es que he descubierto una posible solución más a los conflictos. Y esquivo el llegar hasta ahí. Y me duele hacerlo tanto como la primera vez que tragué. Diría que hasta le doy más vueltas a los problemas éticos que al principio. Pero ahora intento verlo desde más ángulos. Y además, contemplo una solución posible más.

Las razones que me llevan a tomar muy de vez en cuando la decisión de tragar no son éticamente aceptadas por la conciencia que me gustaría tener, pero suelen tener el mismo peso que con las que sí me siento cómodo. Y no nos vamos a engañar a estas alturas, es más práctico tragar en determinadas ocasiones. A menudo pienso si madurar no será un eufemismo de "volverse práctico" o incluso de "volverse productivo".

CARA B

Como casi empre, más corta que la A. Y viene a decir que me gustaría compensar el regalo fraudulento que os he arrojado en las líneas anteriores con una frase de alguien del que me encantaría recordar su nombre. Recuerdo dónde la escuche pero no su autoría.

"El hombre sensato es aquel que trata de adaptarse al mundo que le rodea. El hombre insensato es el que pretende cambiar el mundo para adaptarlo a él. Por tanto, todo progreso del mundo está en las manos de los hombres insensatos."

viernes, 11 de febrero de 2011

Revolución


He hablado con mucha gente sobre mi trabajo. De hecho, lo más habitual cuando alguien me pregunta a qué me dedico y le digo que soy entrenador de baloncesto, me suelen contestar con algo similar a "Bueno, al menos haces lo que te gusta". Y no quiero usar esta entrada para quitarles la razón. Más bien para matizar que no tengo la sensación de haber elegido de manera consciente mi trabajo. Es lo que soy. Es quien soy.

Sir Ken Robinson es un escritor y educador que sabe expresar esto mucho mejor que yo. Su didáctica y su discurso me han hecho redescubrir lo valioso que hay en encontrar lo que él llama "el elemento", que no es otra cosa que aquello para lo que sirves. Él usa mucho la palabra talento, pero creo que con unas connotaciones diferentes a las que habitualmente entendemos por tal, puesto que suele acompañarlo de educación para el desarrollo de la creatividad. ¡¡¡Educación!!!. Creemos que el talento es algo mágico y misterioso. Como un superpoder. Yo creo que no es más (ni menos) que una sensibilidad mayor en un área concreta. Pero si dicha área no se estimula, esta cualidad pasa inadvertida.

Os dejo aquí otro vídeo que trata este tema y otros que están próximos. Pronto llegará la revolución, y cuanto más grande sea y más áreas cambie, mejor.