martes, 28 de septiembre de 2010

The rules are the rules


   Cuenta uno de mis mejores amigos y, sin duda, uno de mis entrenadores de referencia, que con esta frase ("the rules are the rules") vociferaba por la banda como un energúmeno Charlie Sainz de Aja al tiempo que se dirigía al árbitro de un encuentro de los famosos Junior de Oro. Esta anécdota en forma de cita célebre, muy interesante en su contenido cómo la mayoría que recuerdo de este colega, es la esencia de esta entrada, que bien podría ser un resumen de lo tantas veces comentado con él.

   El baloncesto cuenta, en mi opinión, con uno de los mejores reglamentos de deportes colectivos. Esto es tanto en su forma como en su contenido. Y queda patente desde su primera lectura que no es, ni de cerca, fácil de digerir. Si bien una vez entrados en faena su elegancia y concreción dejan ver que a poco que uno se esfuerce en comprender y visualizar lo allí expuesto, el propio reglamento se muestra como una valiosa herramienta con la que trabajar en pro de la formación de los jugadores jóvenes. Y es que, ¿cuántos de nuestros chicos y chicas se han leído las reglas de este juego?


   Sí. Soy consciente de que mi propia descripción del mismo reglamento en el párrafo anterior no es la de un texto de lomo blanco de el barco de vapor. Que con menos de quince años su lectura puede suponer un problema  de comprensión y, lo que es peor, de motivación. Pero para esto estamos los entrenadores. Seamos un facilitador de su aprendizaje. Llevemos a la práctica lo que allí dentro está descrito.

   Pero, ¿Cuántos entrenadores nos hemos leído el reglamento? Y me refiero a una vez terminados los cursos de entrenador... ¿Cuántos lo hemos intentado analizar o le hemos preguntado las dudas a algún compañero árbitro? Es para mi chocante ver año tras año, tanto en mis equipos como en los grupos de campus, como los niños creen que en el reglamento pone que "no se pueden dar más de dos pasos" o que "falta personal es pegar o empujar a un contrario". Y aquí surge el verdadero problema, porque el reglamento va unido inherentemente a la técnica individual además de a la táctica y la estrategia en algunos aspectos. El establecimiento del pie de pivote (art. 25.2.1) o el principio del cilindro (art. 33.1) son artículos interesantísimos y fundamentales sobre los que podrían versar nuestro ejercicios de traspiés, reversos, recursos de desmarque en el poste bajo, desplazamientos defensivos, etc. Y me refiero a evolucionar en la manera clásica de entender el trabajo de la técnica individual. Porque si el reglamento evoluciona, no sólo los gestos han de evolucionar, sino también la manera de entrenarlos.

   Recuerdo el día que conseguí mis primeras Reglas Oficiales de Juego. Fue en Carolinas una tarde en la que no había casi nadie en el club. Me acerqué a la oficina y vi un montón de estos libretos que edita la FBCV encima de la mesa. Me imagino que serían para repartir a los entrenadores, pero como yo sabía que tarde o temprano acabaría siendo miembro de la secta, entré a hurtadillas y, haciendo gala de la fama de los de mi club, me lleve uno a casa. Lo subrayé en amarillo fosforito de cabo a rabo. Luego descubriría que ese papel satinado donde casi puedes verte reflejado y las marcas de estudio no se llevan muy bien. Aún así, con mi balón Grouxo y con ese cuadernillo de subrayados difuminados, me bajé a mi canasta improvisada (algún día os hablaré de ella) y practiqué durante días aquellos gestos que me gustaban y que ahora ya podía desmenuzar y deformar hasta conseguir gestos nuevos sabiendo a ciencia cierta los límites de las reglas que lo componían.

   Hoy en día cualquier chic@ que quiera puede bajarse el reglamento en pdf con solo teclear "reglamento fiba" en Google. No hace falta delinquir. Así que, aunque no lleguemos a provocar en los jugadores la búsqueda de lo creativo que hay en explorar los límites de las reglas, creo que sí tenemos el deber lógico de difundir el respeto que se debe tener por nuestro reglamento, pues en él están guardados no sólo todos los gestos y recursos que nos han causado el amor por este deporte, sino también todos los que están por llegar.

martes, 10 de agosto de 2010

el contenido y el continente


   En la formación de jugadores, la técnica de entrenamiento debería ser una prioridad.

   Solemos pasar horas discutiendo acerca de en qué edad es más conveniente introducir los bloqueos, las zonas o los sistemas. A menudo le pedimos a algún compañero o bajamos de Internet planificaciones tipo según categorías. No es raro vernos exigiendo compromiso al equipo pidiendo que dediquen más horas y más días al entrenamiento. Todo esto no es raro... pero quizá sí lo sea que no dediquemos los mismos debates o parte de nuestras planificaciones o charlas a nuestros chicos y chicas enseñándoles a aprovechar más el tiempo que le dedican a nuestro idolatrado deporte. Es una obsesión mía desde hace unos años defender la importancia de la técnica de entrenamiento por encima del contenido propio del basket, pues éste sólo es el escenario perfecto donde pueden equivocarse y aprender para la vida.

   Es esta técnica la que enseña a los jugadores cómo se entrena. Desarrollar en los chicos valores como la autogestión y el diálogo como principales herramientas para su mejora y adaptación social. Adoctrinarles sobre el mecanismo de procesamiento de la información (percepción-decisión-ejecución-evaluación) se me antoja indispensable para poder hacerles partícipes de su propio aprendizaje. El espíritu crítico y la creatividad son términos muy de moda entre los entrenadores de "nueva escuela" pero suelen quedarse vacíos de significado cuando nunca saltan del papel a la pista.Y es que todo esto debería empezar en nosotros mismos y con nuestra manera de aprovechar el tiempo que ellos, los niños y niñas, nos regalan a diario.

   Enseñemos a escuchar, a interpretar un mensaje, a respetar una opinión y a no tener miedo a expresar otra propia. Valoremos al chico que antepone el grupo a él mismo y premiemos esta actitud. Busquemos a los líderes del grupo y démosles responsabilidades. Preguntemos al grupo el porqué de las cosas y regalémosles el tiempo suficiente para poder dar una respuesta. Trasmitamos que lo que hace al baloncesto divertido es vivirlo con PASIÓN.

lunes, 9 de agosto de 2010

Oda a un gurú


Yo he visto cosas que vosotros no creeríais...

He visto a un equipo que entrena bien. He visto a un grupo de jugadores que creen en su entrenador y no necesitan evaluarle a diario. He visto a un entrenador crecer junto a su equipo, un paso por delante de ellos y marcando un ritmo alto. He visto una discusión en un entrenamiento porque nadie quería descansar y he visto a unos jugadores improvisar un ejercicio para poder entrenar el contenido que su entrenador les acaba de aportar.

... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. ¡ Es tiempo de morir!

sábado, 17 de julio de 2010

Usad protector solar


Después de un tiempo de pausa y recogimiento, retomo el blog con un vídeo que da perspectiva. Espero que les guste.


lunes, 7 de junio de 2010

Principio de impaciencia de Andreu


"La velocidad relativa con la que trascurre el tiempo para un sujeto es inversamente proporcional al número de veces que mira el reloj."

martes, 20 de abril de 2010

Copy and Paste


Eduard Punset habló sobre el aprendizaje por imitación en su último programa Redes. Esto me recordó algunas de las muchas conversaciones sobre este tema que he mantenido con distintos entrenadores. El sentimiento es casi unánime. Los chicos de hoy no saben imitar. Y no alcanzo a comprender las razones de esta involución.

El descubrimiento por mi parte de lo que son los aprendizajes significativos supuso hace unos años una revolución en mis esquemas mentales. Un antes y un después en el mecanismo enseñanza-aprendizaje y un nuevo horizonte hacia el que caminar y formarme como docente. No obstante, dicho descubrimiento me amplió como entrenador y no di la espalda a todo lo vivido hasta ese momento. En mis años como jugador (muy pocos) basé mi juego en mi capacidad técnica. Si bien mi físico y mi conocimiento del juego eran mis más claros handicaps, mi técnica individual me permitía obtener ciertas ventajas sobre mi par y andar algo más cómodo intentando entender a qué se estaba jugando. Lo curioso de la situación es que el trabajo que mis entrenadores desarrollaban en la pista no estaba especialmente centrado en los gestos y la coordinación.

Solíamos correr como alma que lleva el diablo pista arriba y pista abajo, jugando una especie de passing game o rueda de cortes continua. Sobre este ritmo, debíamos empezar a "leer el juego". Era más tarde, al llegar a casa, cuando bajaba al patio con Grouxo, mi balón, y repetía una y otra vez aquellos gestos que mi entrenador había hecho durante alguna explicación. Imitaba su postura, la posición de sus piernas y brazos, la velocidad y la potencia del movimiento y hasta la actitud asociada al gesto. Yo no era consciente de todos los aspectos que componían dicho movimiento, pero sí sabía que debía estar muy atento durante los entrenamientos para poder "grabar" mentalmente el movimiento en mi memoria. Como con una videocámara.

Otro día quedaba con mis amigos del equipo y nos mostrábamos unos a otros los gestos nuevos que sabíamos hacer. Los intercambiamos como cromos y jugábamos a horse, burro, oso o cómo lo queráis llamar. El caso era imitar.

También jugábamos a copiar la mecánica de tiro de los demás, mofándonos de ella o exagerándola. Cuando veíamos a un senior del club hacer algún movimiento especial (recuerdo un chico que hacía una penetración con reverso) le pedíamos que nos mostrara cómo se hacía.

En definitiva, había una cosa muy clara entre todos los chicos del equipo: A esto se aprende viendo, copiando y probando. Lo de las metodologías, aprendizajes significativos, planificaciones y demás era cosa de los entrenadores. Los jugadores nos limitábamos a imitar.

¿Qué ha sucedido? ¿Por qué ahora los chicos y chicas mejor preparados física y técnicamente son incapaces de imitar la mecánica de tiro de Calderón, Navarro o Rudy? Será que estos jugadores son menos carismáticos que Corny Thompson, Bird o Jordan. Será que ahora la Play Station les absorbe todo el potencial imitador. Será que los chicos ya no tienen patio donde bajar a jugar después de entrenar. Será que la sociedad cambia. Pero si es esto, ¿por qué no imitan la sociedad anterior?

lunes, 12 de abril de 2010

Cartas a mi entrenador, volumen 2


Hola entrenador,

He decidido volver a escribirte. Y sé que no te gusta. Sé que prefieres que siga mis pasos, encuentre mis propias piedras con las que tropezar y otras personas con las que reinventar la rueda, pero créeme, cuando te cuente esto, entenderás porque te escribo.

Tenias razón aquel día que me dijiste que no hay vuelta atrás cuando el faro del conocimiento te deslumbra en la cara. Cuando chocas de bruces con la lógica de un razonamiento bien hecho, nada puede devolverte a la cueva en la que eras tan feliz a oscuras.

Mi entrenador es incoherente. Y mis compañeros también. Y mi entrenador del año pasado. Y todos los de los años siguientes al último que estuve contigo. Y lo peor es que no puedo obviarlo.

¿Recuerdas lo del "todo o nada"? Que tontería. Claro que lo recuerdas. Seguro que lo inventaste tú. ¿Cómo empezabas la historia? Ah sí! Con los juegos y los deportes. "El propósito de un juego es proclamar un vencedor y un perdedor" Bajo esta premisa, cuando juego al baloncesto lo único que pretendo es ser el que gana. En cada partido, en cada entreno, en cada repetición de cada ejercicio, en cada paso que doy dentro de los 28x15. Debo superar al rival, cumpliendo el reglamento y sirviéndome de mis compañeros. Ahí está la esencia de un deporte; en medirme. Y hago baloncesto voluntariamente. Nadie me obliga a estar sudando y escuchando a mi entrenador. El día que no quiero medirme con nadie, no lo hago. Pero el día que quiero, no me cabe en la cabeza dejar pasar un segundo de juego sin competición. Todo o nada. Y no tengo una ilusión especial por ganar. Y no me da miedo perder. De hecho, lo que me gusta del baloncesto es que puedo ganar y perder. Si una de estas cosas no pudiera pasar, me aburriría y lo dejaría. Supongo que ahora entiendo a Jordan.

No puedo dejar de pensar que si no me hubieses abierto los ojos, quizá ahora sería feliz en mi equipo de conformistas. Me lo enseñaste todo, o al menos todo lo que merece la pena saber y sinceramente, no creo haber salido ganando. Sólo me queda la esperanza de buscar a otros que como tú y como yo, se desviven en lo que quieren y se hacen el muerto cuando algo se la trae floja. Quizá algún día pueda montar un equipo de gente así.

Hoy más que nunca, gracias entrenador.

jueves, 25 de marzo de 2010

Entrenadores y entrenadores




Bajo mi punto de vista no cabe ninguna duda: hay dos tipos de entrenadores. Los de rendimiento y los de formación. Y de este dogma no me apeo.

Hace ya unos años que un colega criticó mi dogmatismo, entonces adolescente. Desde aquel día suelo teñir de gris mis palabras antes de apuntar al pecho de alguien. Y creo que me beneficia, pero hoy, en este tema y después de lo que uno ha cargado sobre su chepa, me dispongo a romper la balanza y decantarme por el absolutismo. Y es porque no creo que esté en manos de un entrenador elegir de que color ve el juego. Al igual que los jugadores, somos el producto de nuestras experiencias e inquietudes. Podemos cambiar nuestras acciones o palabras, pero no nuestras emociones o impulsos naturales. Hay quien ve a los jugadores como piezas de puzzle a encajar con la intención de cumplir un objetivo o una imagen general. Pero hay quien no.

¿Conocéis el Tangram? Es un juego chino muy antiguo consistente en un puzzle de siete piezas con el que se puede formar un cuadrado. Arriba tenéis un dibujo. Pues bien, hay entrenadores que ven a sus jugadores como piezas de Tangram. Todos distintos entre si, con diferentes cualidades pero que combinados de determinada manera, forman un todo sólido y compacto, sin grietas y sin errores. Algunos coaches son increiblemente buenos encajando jugadores. ENCAJANDO.

No obstante, el juego del Tangram no consiste en formar un cuadrado y ya está. Hay muchas más figuras posibles. El gato, el conejo, la pajarita, etc. Yo postulo que existe otro tipo de entrenador diametralmente opuesto al modelo anterior. Un entrenador que cuando mira a sus jugadores les ve como piezas únicas, sí, pero no con un final determinado. Un entrenador que coge las mismas siete piezas del Tangram y un día forma un gato y le enseña a la pieza cuadrada a ser "cabeza" y otro día forma una pajarita le enseña a ser "cola". Crea figuras en las que exige a sus piezas "estirarse" y cambiar para llegar a ser. Y sabe que la figura es menos estable que un cuadrado regular. Y sabe que hay muchas grietas por donde el equipo se puede romper. Pero así lo ve y así se muestra. Como lo que es: un formador. Y esto, por muy gris que me quiera poner, hay quien lo ve y quien no.




martes, 23 de marzo de 2010

Definición de equipo


La R.A.E. se encarga de definir las palabras en función de su significado. No obstante, algunos términos, con connotaciones especiales para algunas personas, quedan totalmente desangelados si sólo los vistes con esas descripciones estiradas y concretas. Como una sopa caliente sin tropezones, te quita el frío pero no sacia ni alimenta. Así que aquí os dejo una definición que cubre de emoción una de las palabras más difíciles de explicar para un entrenador: EQUIPO. Porque no es sólo un grupo de personas organizado para una investigación o servicio determinado.


Extraído de "Un domingo cualquiera" (1999)


miércoles, 10 de marzo de 2010

El aderezo metafórico


Recuerdo vagamente mis clases de literatura en el colegio. Amelia era mi profesora y estaba obsesionada con que aprendiéramos todas las figuras literarias habidas. En el temario, cerca de dos mil diferentes y eso para mi, que odio la tarea memorística, era un auténtico infierno. La encabalgación, la sinécdoque, la prosopopeya, el símil o el cincunloquio son algunas de las palabras que, gracias a mi profesora de enormes gafas y alergia al metal, nunca podré olvidar. Entre todas, la metáfora.

Quién me iba a decir a mi que, unos quince años más tarde de aquellas insoportables clases iba a descubrir que una de las herramientas más útiles para trasmitir información compleja a los jugadores son las metáforas. Con ellas no sólo traduzco a un lenguaje familiar los contenidos que quiero comunicar, sino que además, los impregno de emoción. Las emociones son el pegamento de la memoria. Cuando un recuerdo está compuesto por un contenido y una emoción, éste permanece más sólido en el hipocampo del cerebro, donde la memoria a corto plazo se convierte en largo plazo y se da el aprendizaje en sí. Además se crea una conexión entre esa emoción y ese contenido de tal forma que uno evoca al otro y viceversa. O sea, mediante las metáforas no sólo afianzamos el recuerdo de un contenido; también creamos una ruta de evocación de ese recuerdo a través de la emoción asociada. Ésto puede ser muy útil en determinados momentos.

Me gustaría ejemplificar lo anterior. Una de las metáforas más habituales en nuestra práctica es la de asociar el partido y la competición a un escenario bélico. Es común encontrar referencias a Sun Tzu, Napoleón o William Wallace en las charlas prepartido de la mayoría de compañeros entrenadores. Con esto pretendemos añadir el instinto de supervivencia que en la guerra se respira. "O ellos o nosotros". El misticismo y la trascendencia épica envuelven y elevan los corazones de hasta los más débiles y le da un sentido extra a la tarea a realizar.

Mi propósito en estas líneas es coleccionar metáforas que pueden ser útiles en un equipo de baloncesto. Soy consciente de que la exclusividad del contexto necesaria para que una acción así tenga fruto dificulta el que mis metáforas le puedan servir a alguien más, pero aun así pueden convertirse en una buena base para crear otras propias. Me dedicaré a esbozar las líneas generales de cada similitud y darles el sentido positivo que creo que tienen. El sacarles punta y enmarcarlas en una historia coherente ya será trabajo de cada aquel que quiera servirse.


"ME HE COMPRADO UN JUEGO NUEVO"

El mundo de los videojuegos es apasionante. Hoy en día este negocio ya le ha arrebatado el primer puesto del podio al cine en lo que a beneficios generados se refiere. Es una actividad lúdica que ya no se limita a los niños, aunque sigue siendo en ellos donde encuentra mayor aceptación. Hace poco leí un estudio donde se calculaba que cada niño del mundo desarrollado había pasado una media de casi mil horas delante de la consola durante el pasado año. ¡¡¡ Mil horas !!!.

Lo que esto nos dice es que los videojuegos y el mundo que los rodea es un escenario habitual en el que se desarrollan los niños de hoy. Toman decisiones, aprenden métodos, asumen consecuencias, se adaptan a los cambios imprevistos y todo esto, en un entorno virtual. Si fuéramos capaces de trasferir alguna de esas vivencias al mundo real, nos encontraríamos con que niños de trece o catorce años tienen una gran experiencia resolviendo situaciones complejas, buscando soluciones alternativas a las evidentes y pensando en términos de futuro. Me explicaré.

Fue hace dos temporadas cuando se me ocurrió esta metáfora. Yo entrenaba un equipo cadete de chicos que le dedicaban mucho tiempo a formarse como jugadores, pero, como miembros de esta sociedad que eran, también le dedicaban horas y horas a sus Wii, Xbox, PS2, PS3 y/o PSP. Un día les comenté que me había comprado un juego nuevo. Era uno de esos en primera persona en el que vas recorriendo una ciudad y exterminando todo aquello vivo que encuentras. Les dije que como cada vez que me compraba un juego, lo había probado nada más llegar a casa y había gastado las primeras horas en explorar todas las posibilidades del juego. Apretando botones de formas variadas había conseguido descubrir algún que otro combo, una magia y algún ataque especial. Usando estas primeras herramientas había conseguido hacerme una idea del potencial del juego. Un par de días más tarde pasé al siguiente punto de la rutina que casi todo el mundo sigue con un juego nuevo: empezar la historia. Es entonces cuando dejas a los creadores del juego que te guíen por él. Aprendes los movimientos y ataques en el orden de dificultad creciente, y empiezas a asociar determinados combos con determinadas situaciones idóneas para su uso. Así, lo que puede ser muy útil para derrotar a un mutante gigante puede no servir de nada frente a un duende rosa, por ejemplo... Pues bien, conté toda esta historia a mi equipo para hacerles ver que ellos, cuando jugaban al baloncesto, daba la sensación de que estaban todavía en la primera etapa de un juego nuevo. Exploraban probando a hacer todo aquello que se veían capaces de hacer. Llevaban los gestos y movimientos al máximo de sus posibilidades pero no se preocupaban, TODAVÍA, de encontrar el patrón que dice qué movimiento usar en qué situación. Le dije que todavía no habían empezado el modo historia de este videojuego. Que cada cambio de mano, cada rectificado en el aire, cada bloqueo o cada pase, nacía de una necesidad concreta del juego. Y que ya había llegado el momento de jugar como expertos, no como principiantes.

Mediante esta metáfora conseguí introducirles el concepto de "lógica interna del juego" asociándolo al concepto que ya tenían de "modo historia" en un videojuego. Establecí analogías entre las dos realidades y les hice sentir que ellos ya sabían de lo que les hablaba. Además, es fácil entender que si a un chico de quince años le dices que su forma de jugar, comparándola con las consolas, es de principiante, se sienta herido en su orgullo (especialmente sensible por la etapa evolutiva en la que se encuentra). Emoción y contenido unidos, fue más fácil hacer alusión a la lógica interna en otros momentos de la temporada haciendo referencia a su orgullo de jugadores de consolas.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La tarea encomendada. Parte dos.


"Siempre me gustaron los lunes" le dijo Zacarías a su buen amigo Isidoro. "Tienen algo que el resto de los días no te pueden dar."

"¿El qué?, ¿asco?" Preguntó mofándose aquel albino medio calvo mientras subía la apuesta. Añadió: "veo y subo 500".

"No amigo mío. Asco no. Perspectiva" Susurró con voz temblorosa acercando el vaso de whisky a sus labios y mojándoselos con apenas unas gotas. Después dejó el vaso con cuidado y continuó diciendo con algo más de energía: "Es el único día en el que puedes planificarte toda la semana."

Casi con la última palabra en la boca sonó la vieja campanilla de encima de la puerta que avisaba de que algún cliente entraba en la librería. Isidoro alzó la voz para avisar a quien fuera de que ya iba de camino. No era fácil salir de aquella trastienda polvorienta con libros apilados como obstáculos en un circuito. Además, una vez consiguiera pasar el umbral de la puerta que daba a la tienda, todavía tendría que bajar la escalera de caracol de hierro forjado y andar unos doce metros por aquel oscuro pasillo. Demasiado trayecto para recorrerlo con prisa y más aún si, como Zacarias e Isidoro, pasabas de las ochenta primaveras.

El viejo albino anduvo el corredor despacio, cojeando y ayudándose de su antiguo bastón no tanto como un tercer apoyo sino más bien como machete que abre camino en la selva apartando telarañas y más libros apilados en el pasillo. Al fin pudo entrever al trasluz la sinuosa silueta de una mujer elegante. Vestía con pamela y un llamativo conjunto rojo de chaqueta y falda corta. Muy corta, pensó Isidoro. Ahora ya a escasos metros de tan atractiva figura, el octogenario trató de aclararse la voz antes de dirigirse a la dama, pero, quizá por los nervios causados por la inesperada visita o quizá por un descuido esa mañana a la hora poner el fijador de la dentadura, ésta voló en dirección a la distinguida señora al tiempo que ella se giraba hacia el anciano.

Zacarias, todavía en la trastienda, oyó un grito de mujer, un silencio corto, una bofetada y unos mil libros cayendo. Se apresuró a bajar y comprobar qué sucedía. "Eloisa, ¿eres tú?" Preguntó casi con miedo. "Isidoro, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?". Cuando ya andaba por el último escalón, la campanita de la puerta volvió a sonar y después un portazo. Para cuando el anciano llegó a la escena, sólo pudo encontrar a su amigo Isidoro tendido en el suelo, cubierto por libros y con la cara ensangrentada. Tenía una brecha en la frente; se había golpeado con la estantería de libros de bolsillo que había justo a su izquierda.

ZACARIAS "¿Qué ha pasado? ¿Quién era?"
ISIDORO "Era ella, creo"
ZACARIAS "¿Quién, Eloisa?
ISIDORO "No. Ella... y me ha dicho que el guardián del secreto ha caído. Que debemos avisar al resto"
ZACARIAS "Bien. Habrá tiempo. Ahora vamos a curarte esa herida viejo amigo. Levanta"
ISIDORO "¡No, no hay tiempo!. Hay que revelarselo a Marcos. También me ha dicho que el búho va a por él"


Continuará...

domingo, 28 de febrero de 2010

¿Qué quieres ser de mayor?


La pregunta no es tan simple. Esto es lo que he tratado de explicarles a los chicos que me he encontrado en equipos de formación a lo largo de mi no muy larga carrera.

Durante los últimos años he podido trabajar en tres de los clubes de formación más importantes de mi comunidad. Allí he tenido la suerte de encontrarme con chicos con excelentes cualidades para jugar al baloncesto. Algunos destacaban por su físico, otros por su técnica y otros, los menos, por su mentalidad. Éstos últimos son los que más me han llamado la atención. Cuando veía algún jugador con una buena combinación de todas las cualidades, donde la mentalidad predominaba sobre las otras, pensaba "Vaya cocktail! Con éste no debemos fallar."

El paso de los años me ha enseñado que otros factores son igual de determinantes: El entorno familiar, la filosofía de los clubes, los entrenadores en edades Junior y Senior y hasta la suerte. No obstante, la mentalidad creo que es el filtro donde más jugadores se quedan. He visto a multitud de chicos dedicar horas y horas a prepararse para llegar a ser jugadores profesionales y quedarse a las puertas. Suelen tener entre 16 y 20 años. Suelen llevar en ese club desde mini echando entrenamientos uno detrás de otro. Entrando en el gimnasio a los 15 años y escuchando todos los días correcciones de sus entrenadores sobre si el codo debe estar así o asá. Un esfuerzo titánico que nosotros, los técnicos, tenemos el deber de trasmitirles como positivo y necesario. Pero luego, cuando pasan los años y las muchas horas en el pabellón pasan a ser muchísimas horas, cuando los estudios se vuelven duros, elitistas e intransigentes y cuando la hora límite de llegar a casa (o a la residencia) pasa a ser muy de madrugada, los adolescentes suelen acabar estresados y encuentran entre sus compañeros de misma edad otras aficiones y otros modos recreativos... Entonces se dan cuenta de que se están perdiendo cosas. Cosas propias de su edad y que el baloncesto les priva. Y pierden interés. Y el físico sigue ahí, cada días más fuerte y rápido. Y su codo se acaba alineando con su rodilla y su técnica mejora, pero su interés cae en picado.

Pero entonces ¿quién llega arriba? No los que saben decir hasta donde quieren llegar o qué quieren ser de mayores. Llegan, con suerte, los que saben decir lo que están dispuestos a sacrificar para llegar. Y esto no es nada fácil.

Es nuestra tarea, una vez más, hacerles ver la diferencia entre las dos preguntas. Hacerles ver lo difícil del camino y las consecuencias que conllevará. Porque la vida de un deportista profesional es apasionante y divertida, pero la etapa por la que han de pasar durante la adolescencia les llevará a una vida muy distinta a la de sus compañeros de clase. Ni mejor ni peor, pero sí muy distinta. Y si el niño no sabe esto mientras le entrenamos temporada tras temporada, le estamos engañando. No porque le estemos preparando para un mercado muy selecto en el que no vayan a poder entrar. De hecho entrar no es tan difícil. Si no porque no le estamos advirtiendo de que la vida que llevará estará llena de viajes, dietas, presiones, soledad, etc. Un modo de vida que llevado de forma voluntaria suele ser muy interesante y educativo, pero debe ser eso: VOLUNTARIO.

Recuerdo una charla en un vestuario hace unos ocho años donde les intentaba trasmitir algo de lo anterior a mi equipo cadete. Recuerdo las caras de alivio y clarividencia de alguno de ellos al darse cuenta que no todo el mundo ve el baloncesto como lo veíamos en ese club. Que el deporte que allí hacíamos religión para otros sólo era una forma de mantenerse en forma los domingos. Para otros, en cambio, era una manera de seguir en contacto con sus amigos. Y otros conseguían sacarse un dinerillo pitando los fines de semana. Pero nosotros no. Nuestro club lo veía como un estilo de vida. Y ellos, mis jugadores, tenían todavía tiempo para darse cuenta de qué baloncesto les gustaba más. O dicho de otra manera: ¿Qué es lo que te gusta del baloncesto? Otra pregunta difícil de responder y más si tienes quince años. Pero no por difícil, innecesaria.

viernes, 26 de febrero de 2010

Con una taza basta.


Hace poco leí una noticia muy triste. Hablaba de un náufrago que estuvo sobreviviendo en el Océano Atlántico durante dos semanas. Se sirvió de un flotador y un bidón vacío para flotar en medio de ese universo líquido. A los trece días un barco comercial le avistó y lo pudo subir a bordo. Lo triste de la noticia es cómo se desarrollaron los acontecimientos siguientes al rescate. Alfred Higgins, el náufrago, estaba deshidratado, quemado por el sol e inconsciente. Tardó un par de horas en despertar pero a los pocos segundos de hacerlo, alguien le ofreció una botella de agua. Alfred se la bebió con ansias. Después de terminarse el litro y medio de agua, volvió a caer inconsciente. Esta vez ya no despertó. Según la autopsia que se le realizó en el Hospital Sta. Mónica en México DF, murió, por así decirlo, de una sobredosis de agua.

Para lo que creo que nos puede servir la muerte de este viajante es, como no, para aprender. No sólo que no se debe engullir un litro de agua después de haber estado dos semanas sin, sino también una regla general que me parece que rige este universo: Los cambios duraderos son sutiles y progresivos. Lo violento dura menos.

Si nos llevamos esta regla al oscuro arte de la docencia vemos que sí. Efectivamente cumple la regla y por lo tanto los docentes pueden ser considerados pertenecientes a este universo. Pese a quien le pese. Así, cuando alguien es inexperto en alguna materia y se ve rodeado de eruditos en la misma, que discuten con tecnicismos y se rebaten indignados mediante un lenguaje híbrido entre el que uno domina y varias lenguas muertas más, suele volverse violento y no durar mucho ahí.

¿Y los niños? ¿Cómo es de grande la cuchara con la que se les puede ir dando dosis de realidad?

Hasta 'Jacob' usa metodologías globales...


A veces mando directo, a veces descubrimiento guiado.


miércoles, 24 de febrero de 2010

II Clinic Memorial Alfredo Alquezar "la progresión del tiro desde la iniciación"


Durante el pasado campus de verano
Camp de Túria en el que desde hace 5 años vengo entrenando, mi amigo JuanVi Abad y yo tuvimos la oportunidad de impartir una conferencia que he podido rescatar en el siguiente link.

http://www.megavideo.com/?v=TD11ZN6B


Educar sin capar


Me he encontrado con esta conferencia y no podía dejarla escapar. Además de ser muy divertida, trata el problema evidente en el sistema de valores que hay en la educación actual. La creatividad no puede ser amputada.

Disfrutad de este vídeo.


martes, 23 de febrero de 2010

Bendita tecnología


¡Qué fáciles serán algunas partes de nuestro trabajo cuando estas tres tecnologías se fusionen! Estoy seguro de que en unos añitos esto será nuestro nuevo aparato-para-todo. Adiós a cargar con la pizarra, el portátil, el proyector y los murales de scouting.

Mirad y echarle un poco de imaginación:







Y opinad, por favor.

La tarea encomendada. Parte uno.


   Marcos era un chico reservado. Solía vestir sencillo y de colores claros. No entraba dentro de los estándares de ninguna tribu urbana ni moda social tan presentes en su barrio residencial. Sus quince años vividos parecían pocos para poder acumular el poso de tranquilidad y sabiduría que en sus ojos se adivinaba. No era la mirada. Tampoco la forma en la que fruncía en ceño cuando pensaba la respuesta a una pregunta incómoda. Eran sus ojos verdes y brillantes los que atraían las miradas. Ojos buscando ojos.

   Un día, Marcos estaba en casa preparándose para ir al colegio. Su madre le había dejado el desayuno en la mesa de la terraza, como de costumbre, pero esta vez una carta cerrada estaba apoyada entre el zumo y los cereales. Marcos no se extrañó. Ese era el protocolo que su madre seguía siempre que llegaba correspondencia para él. Lo único que le llamó la atención fue que no había nada escrito en el sobre. Ni remitente ni destinatario. Sólo un abultado sobre amarillo cerrado a conciencia. Entre magdalena y magdalena se dispuso a leer el contenido de la misteriosa carta.

"Amigo mío, en las líneas que continúan te va a ser desvelado un secreto que nadie cercano a ti debe nunca saber. Asegúrate de leer esto en privado y quema la carta una vez hayas concluido la lectura."

   Marcos casi se atraganta. Bebió un poco de zumo, cogió la mochila y la carta y salió de casa rápido. Llegaba tarde a la parada del autobús del colegio y no podía faltar otro día más. Además, a primera hora tenía música y debía exponer un trabajo sobre Liszt que le había tenido despierto hasta las dos de la mañana.

   Llegó a la parada justo a tiempo. Subió al autobús y se fue directo a los asientos del fondo. Él no solía sentarse allí. Ese era el feudo de los chungos, como él lo llamaba en su diario. Pero aprovechando que todavía no había subido ninguno pensó que allí podría terminar de leer tranquilo el resto de la carta. No pudo evitar pensar sobre quién le habría escrito y qué secreto le iba a ser desvelado. El instinto le decía que todo esto tenía algo que ver con su anciano amigo de la tienda de libros usados. Era por el olor de la carta. Ese sobre de papel grueso y amarillento olía como los pasillos de la librería. Al fin pudo continuar la lectura.

"Te ha sido encomendada una tarea. Ahora eres el guardián del secreto. Memoriza palabra por palabra lo siguiente y espera a que te sea revelado el nombre de tu sucesor. Sólo a él le podrás ceder esta carga. Si fallas en tu misión habrás deshonrado al linaje de guardianes al que ahora perteneces y romperás toda esperanza de cuantos dependen del secreto. Es tiempo de ser valiente."

   Los ojos verdes de Marcos se movían rápido de izquierda a derecha leyendo las pocas líneas escritas. Cuando terminó, giro la carta buscando una continuación de la historia, pero no había nada más escrito en ese papel. Miró dentro del sobre por si hubiera algo más que el folio doblado en ocho partes, pero nada. No lo entendía. ¿qué secreto? ¿quién lo escribía? ¿Era en serio o una versión arcaica de los mails en cadena y debía tirarlo a la papelera de reciclaje como de costumbre? ¿Iba realmente destinada a él? Sin saber muy bien porqué y siguiendo su instinto le pidió a su amiga Laura un mechero y quemó la carta. Esto le costó una buena bronca del chófer, pero Marcos no estaba para gritos de nadie y apenas escuchó nada de lo que el conductor le recriminaba con las venas del cuello hinchadas y salpicando de saliva las tres primera filas de asientos del autobús. El nuevo guardián del secreto estaba repitiendo en voz baja una y otra vez las partes que había conseguido memorizar de aquel manuscrito. Al mismo tiempo, en su cabeza sonaba de fondo la sonata para Dante de Frank Liszt, sobre la que versaba su trabajo de música.

   (...) Continuará...

lunes, 15 de febrero de 2010

¿Destino o Libre Albedrío?



"La vida es un tablero de ajedrez, de noches y días, cuadros blancos y negros, donde Dios, con hombres como piezas, juega, mueve aquí y allí, da jaque mate y mata. Y pieza por pieza vuelve a ponerlos en la caja. Pues hay un destino para cada pieza, para cada jugador y hasta para Dios. El destino va a cumplirse. La partida empieza y termina."
Best Promo´s Award LOST finale season.

viernes, 12 de febrero de 2010

Cartas a mi entrenador, volumen 1


   Hola entrenador,

   ¿Te acuerdas del primer entreno juntos? Era el seis de agosto a las seis de la tarde de hace unos años. Nunca me olvidaré. ¿Recuerdas lo que hiciste cuando nos presentaron? Te agachaste casi de cuclillas, con las manos apoyadas en las rodillas y me miraste fijamente a los ojos. Estabas mucho más tranquilo que yo y no parabas de sonreír. Tu pelo se movía con el viento y recuerdo que usaste la mano derecha para ponerte el flequillo detrás de la oreja y me dijiste tu nombre. Luego extendiste esa misma mano hacia la mía y me la estrechaste con una mezcla de fuerza y cariño. Más tarde descubrí que esa era tu seña de identidad. Así te gustaba entender el baloncesto y así nos tratabas ante los errores. Hostias con cariño, te gustaba llamarlo. Lo echo de menos. Y no sólo en mis entrenamientos de ahora, sino en el resto de cosas que me pasan. Sabes, creo que la vida sería un lugar mejor si a todo el mundo nos hubiesen educado bajo esa premisa. Sentir el calor de quien te enseña algo ayuda a comprender que no es tan grave estar en un error. Ayuda a disipar el miedo que da lo desconocido y se está mucho más dispuesto a escuchar cosas que atacan tu conducta. No te sientes atacado como persona, pero comprendes la importancia de obrar mal y asumes tus actos. Lo desconocido se hace atractivo y lo rutinario, apasionante. Gracias entrenador. Seguimos en contacto.

El principio de Heisenberg en el baloncesto



       Heisenberg contribuyó a la física moderna con numerosos trabajos. El más notable y que le valió el Nobel fue lo que se denomina "el principio de incertidumbre". En líneas generales venía a decir de la imposibilidad para determinar, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y el momento lineal de un objeto dado. Así, estudiando las partículas componedoras de la luz (fotones) observó que la razón que le impedía medir con precisión la posición y el momento de las partículas era él mismo. De algún modo, sólo el hecho de observar el experimento provocaba un cambio en el comportamiento de los fotones.

     Éste principio no sólo fue un golpe para los físicos (Einstein tuvo que reconsiderar y reformular su teoría de la relatividad) sino que trascendió a un principio más general y de carácter casi filosófico, el principio de Heisenberg. Y éste reza algo así: La observación objetiva de un suceso es fisicamente imposible, pues dicho suceso está obligatoriamente modificado por la mera presencia del observador.

    En el baloncesto, los entrenadores somos los científicos. Nuestro trabajo: observar, planificar actuaciones, proponer tareas y evaluar los resultados. La pista es nuestro laboratorio y los jugadores, el sujeto del experimento. Sí, experimento he dicho. ¿O es que acaso tenemos certeza de como va a responder cada jugador al hecho de corregirle un gesto? En cambio sí tenemos claro qué nos gustaría que sucediera tras la corrección. Esto para mi es un experimento.

     Lo que el principio de Heisenberg puede aportarnos como entrenadores es calma y perspectiva. Así pues, ahora sabemos que la manera que tiene nuestro equipo de entrenar, de jugar, de aprender y de superarse es propia del binomio "nuestro equipo-nosotros".  No pretendo dar luz al tenebroso mundo de la dirección de grupos. Tampoco simplificar el trabajo que hacemos. Solo tener la perspectiva de que somos parte del equipo que entrenamos hasta límites que la física demuestra. Y que cualquier otro observador que evalúe a nuestro equipo no dejará de estar observando algo distinto a lo que estaba allí antes de que él mirara. La visión de un entrenador de su equipo es, independientemente de sus conocimientos y experiencia, la opción subjetiva más importante y dista de la objetiva lo mismo que cualquier otra.